sábado, 19 de febrero de 2022

Protágoras o de los sofistas - Platón

Pese a que es considerado uno de los diálogos de juventud, es más largo y complejo que otros clasificados de la misma forma. Gustavo Bueno, quien opina que es un texto de madurez publicó un extenso comentario sobre este diálogo, considerando, como indicaba, que es demasiado elaborado para ser un diálogo socrático.

La primera diferencia que se detecta nada más empezar a leerlo es respecto a la estructura narrativa del mismo. No nos encontramos el diálogo como si lo escucháramos "en directo", sino que es una narración dentro de otra: Sócrates se encuentra con un amigo, hacen algún comentario sobre lo bueno que está Alcibíades a su edad, y el filósofo se muestra orgulloso de que el joven se haya puesto de su lado en una discusión que ha tenido recientemente con Protágoras, el famoso sofista. Emocionado con la idea de un debate entre semejantes pesos pesados, el amigo de Sócrates le pide que se lo cuente, lo que éste acepta encantado.

El cuento empieza con un diálogo que no es el de Protágoras. Hipócrates va a casa de Sócrates, y juntos van en busca del sofista, pero por el camino mantienen una conversación sobre los sofistas. Hipócrates está entusiasmado con la presencia en Atenas del famoso Protágoras de Abdera (recordemos, nada menos que el autor de la frase: El hombre es la medida de todas las cosas, una estrella del "rock") y quiere proponerle que sea su maestro, aunque para ello tenga que gastarse todo su dinero, o incluso pedirles prestado a sus amigos. Por cierto, Hipócrates había estado fuera de la ciudad porque había tenido que ir a buscar a un esclavo huido.

En dicho pequeño diálogo introductorio ya queda claro que Sócrates no se fía de lo que puedan enseñar los sofistas, que son mercaderes del conocimiento intentando vender su mercancía sin importarles si es buena o mala. El dinero, como vemos, el hecho de que los sofistas cobren, es importante para el filósofo, que ve en ello algo de entrada malo. Como se deduce al final del diálogo, sofista y filósofo ya se conocían previamente, con lo que esta crítica que parece una visión general del sofismo, puede ser considerada una crítica muy concreta a Protágoras (así como a Hipías y Pródico, también presentes en el diálogo), sin embargo, para embrollar más el asunto, al principio de la obra Sócrates cuenta que acaba de ver a alguien más bello que Alcibíades, al mismo Protágoras, que por ser más sabio es más bello. Quizás la conclusión, si hay que sacar una conclusión, sea entonces que Sócrates no acepta el ser sofista como una profesión, pero salva a Protágoras individualmente, si no como maestro (sofista), sí como persona con más conocimiento que otras.

Llegan, por fin, a casa de Calías, donde se hospeda Protágoras, allí el portero, un eunuco, se resiste a abrirles, porque, viene a decir, la casa ya está llena de sofistas. Curiosa anécdota que aprovecho para decir que a lo largo de todo el diálogo se insiste en la popularidad de Protágoras, desde el mismo momento su presentación, en un pasillo donde varias personas siguen sus pasos como en una procesión, hasta los distintos momentos en los cuales recibe aplausos del público por sus consideraciones. No es el caso de Sócrates, quien se puede decir que gana, pero sólo recibe el apoyo de sus amigos y del anfitrión, a quien suponemos encantado del entretenimiento que está ofreciendo en su casa.

Se inicia la conversación, que en realidad es un  espectáculo público por decisión del propio Protágoras; y no hay que perder de vista esta circunstancia, dado que el sofista está allí para encontrar clientes, para publicitarse. Protágoras se declara sofista, pese a que otros de la misma profesión lo ocultan; dice enseñar a gestionar bien la propia casa, y los asuntos de la república, sin obligar de paso a aprender aritmética, astronomía, geometría, ni música (recordemos el lema de la academia platónica: nadie entre aquí sin saber geometría). Se supone a sí mismo capaz de hacer de los hombres buenos ciudadanos. Esta declaración choca a Sócrates, quien le recuerda que en Atenas se escucha a todos cuando se trata de política, por lo que pensaba que era algo que no podía enseñarse. Como ejemplo, otra vez los hijos de Pericles, quien: les deja pastar por todas las praderías, como animales consagrados a los dioses, que vagan errantes sin pastor. Para contradecirle, el sofista cuenta la fábula de Prometeo en la que se da por parte de éste el fuego y el arte a los hombres, y por parte de Zeus la justicia y el pudor, estos últimos conocimientos repartidos a todos por igual. Por una parte parece que con la fábula se está llevando la contraria a sí mismo, pero continúa explicando que la justicia depende de reflexiones y preceptos, como demuestra el hecho de que los injustos sean castigados.

¿Por qué los hijos de los hombres sabios pueden salir necios? Lo primero, es toda la ciudad la que enseña justicia: padres, madres, nodrizas y preceptores en la niñez, con cada palabra y cada gesto. Apenas han salido de las manos de los maestros, la ciudad les obliga a estudiar leyes, que son como la reglilla que se pone debajo del papel para escribir recto. Si uno salen más virtuosos que otros, es porque tienen distinta disposición, lo mismo que si se enseñara a todo el mundo a tocar la flauta, seguirían siendo unos flautistas mejores que otros (y los hijos de los flautistas no tendrían por qué ser mejores). Añade, que el peor de los hombres así criados es mejor que el mejor de los hombres salvajes. La argumentación es larga, compleja y certera. En esto también se diferencia de otros diálogos de juventud, el "rival" no es una persona que opine dando una impresión mundana, o hablando de algo sobre lo que no ha pensado, expone la idea estructurada de quien se ha parado más de una vez a analizar este asunto.

Sócrates se da cuenta de la fuerza del rival, y decide que no le gustan los discursos tan largos en los que puede difuminar el tema sin dificultad, así que quiere llevar a Protágoras a su método habitual de preguntas y respuestas cortas, y así se lo hace saber. Con el método nuevo el filósofo pregunta al sofista si la virtud es una o tiene varias partes, y si esas partes son materiales o formales, las respuestas son que tiene partes, y que son formales. Pero tras unas pocas preguntas el interrogado ya  se siente acorralado y se da cuenta de que acaba siempre cayendo en contradicciones. Entonces intenta volver a los discursos largos, pero Sócrates amenaza incluso con marcharse: tiene poca memoria para seguir esos discursos. Finalmente acuerdan que Protágoras preguntará primero, luego Sócrates, y emplearán el mismo tiempo para sus respuestas, con el público como árbitro.

Empieza Protágoras, intentando analizar un poema de Simónides, pero el propio Sócrates rompe las reglas que acababan de acordar, abordando un análisis del poema largo y contrario al de Protágoras, quien inocentemente había empezado con sus preguntas. La conclusión del filósofo es que el poema quiere decir que llegar a la virtud es difícil, pero permanecer siempre en ella es imposible.

Buscando una salida a su discurso sobre si la virtud es unitaria o tiene varias partes, el sofista quiere poner por separado el valor, como algo distinto al resto de las virtudes: las demás tienen algo en común, pero el valor no. Aquí glosa Sócrates la argumentación de su teoría sobre el valor expresada en el Laques, pero en esta ocasión es más elaborada y cerrada: el valor es una ciencia que nos dice qué es terrible y qué no. Todos los hombres huyen de lo malo y buscan lo bueno, si hay diferencia entre ellos, puesto que hay valientes y cobardes, es porque unos saben diferenciar lo verdaderamente bueno, y otros no. A veces un hombre elige algo malo, pero es porque piensa que es bueno, porque no sabe medir, no se da cuenta de que le traerá más tarde un mal mayor que el bien inmediato que recibe, es por tanto un problema de aritmética y de medida. El hecho de que sea una aritmética recuerda el principio del diálogo, cuando Protágoras dijo que él no obligaba a aprender esas ciencias.

Como epílogo, Sócrates se da cuenta de que se está llevando la contraria a sí mismo: si el valor es una ciencia, entones se puede aprender, y si el valor y la virtud es lo mismo, entonces la virtud se puede enseñar. Señala que a lo largo dela conversación, siguiendo las argumentaciones de Sócrates, ambos han quedado en la opinión contraria a aquella con la que habían empezado. Reconoce también el filósofo que no han avanzado en el propósito inicial de su investigación: el conocimiento de la virtud.

Protágoras alaba la sabiduría y pasión de Sócrates, reconoce que es a quien más admira entre aquellos con quienes trata, y que a lo mejor pasa a ser uno de los que son considerados sabios (¡Ojo! a futuro, no durante su vida), pero luego se excusa para no seguir hablando. Le supongo fastidiado, porque debido a Sócrates es posible que no haga buen negocio en Atenas.

Una de las conclusiones deseadas del diálogo parece ser que Sócrates gana en todo: discursos largos, preguntas y respuestas, análisis de las tradiciones y la poesía, etc. Sin embargo no cobra, no se ha profesionalizado, que es lo que pide como "castigo" cuando es declarado culpable en la Apología.

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