miércoles, 16 de febrero de 2022

Primer Alcibíades o de La Naturaleza Humana - Platón

Platón habla con Alcibíades, su gran amado. Quien más tarde será importante político y militar de Atenas entra y sale de los diálogos platónicos, a veces como simple contexto, como en el Protágoras, otras veces con alguna participación, como en El Banquete. En este caso es el interlocutor único de Sócrates, el  protagonista del diálogo.

Alcibíades es de sobra conocido, incluso es protagonista de una de las "vidas" de Plutarco, en comparación con Coriolano, ostentando ambos la triste representación de quienes vencieron primero al frente del ejército de su patria, y después al frente del ejército enemigo. Nuestro protagonista, cual Zelig de Woody Allen, fue un camaleón, capaz de ser el más ateniense en Atenas, el más espartano en Esparta, e incluso el más persa bajo el Gran Rey, siempre armado con su belleza, simpatía, inteligencia, y en general capacidad para seducir a los grandes y liderar a los pequeños. Finalmente, tras luchar en todos los bandos posibles, utilizará su ejército privado para pelear por donde pudo y saquear lo que le dejaron: una de las biografías más singulares de las "vidas".

Pero cuando sucede el diálogo que nos ocupa nada de eso había pasado. Alcibíades es un joven de poco
menos de 20 años, que sin embargo ya va siendo mayor para tener amantes en el sentido griego de la palabra, por ello Sócrates le pregunta si no le extraña que, siendo él quien primero le amó, sea ahora el último en dejarle. En efecto, Alcibíades se pregunta: "¿Qué quieres y qué esperas, cuando te veo, importuno, aparecer siempre y con empeño a todos los parajes adonde yo voy?". En fin, este joven, que tuvo como tutor a Pericles, se va haciendo mayor y quiere entrar en política, lo que en Atenas significaba hablar a la asamblea.

Pero, antes de dirigirse a la asamblea, Sócrates le interroga sobre en qué temas tiene que ser entendido el político: "La paz, la guerra, y cualquier otro tema que atañe a la república", es la conclusión a la que llegan, que el filósofo resume todavía más: "Sobre lo justo y lo injusto". Pero no se puede hablar de aquello sobre lo que no se sabe, y si el joven no se ha preocupado de aprenderlo, ¿Cómo lo va a saber? Alcibíades por una parte reconoce su ignorancia pero por otra piensa que siempre se ha sentido capaz de diferenciar lo justo de lo injusto. Puede que lo haya aprendido del pueblo, pero precisamente este tema es en el que el pueblo se encuentra más en desacuerdo consigo mismo. El pueblo duda sobre lo que es justo, porque no sabe lo que es la justicia, que es lo bueno, y lo bueno es lo útil.

Aparte, aprovechan en un momento dado para echar mierda sobre los hijos de Pericles (estólidos, mentecatos), y sobre el hermano de Pericles, Clinias (un loco). Para explicar que Pericles no había hecho mejores a aquellos sobre los que tuvo responsabilidad.

Continuando con el tema, Sócrates le convence de que debe aprender estas cosas, Alcibíades está de acuerdo, y no le parece difícil ponerse por encima de sus conciudadanos en lo que sea. Pero su ambición es grande, y Sócrates le recuerda que si quiere vencer a los lacedemonios y a los persas, no es a sus conciudadanos a quienes tiene que superar, sino a aquellos, que vienen de mejores familias, y además son más ricos, tienen más medios para educar su cuerpo y su mente (aquí le cuenta un poco todo el oro que tienen los lacedemonios, y la mítica riqueza del imperio Persa).

Para mejorar, Alcibíades debe conocerse a sí mismo, como está escrito en Delfos, sólo es sabiduría ese conocimiento, por eso "todas las artes parecen viles, indignas de una persona decente". Debe tener cuidado de sí, trabajar y ejercitarse en la cualidad principal: gobernar hombres que se sirven de otros hombres.

De esta forma Alcibíades queda convencido de que debe aplicarse a la justicia. Pero Platón, que puede hacer trampa, quizás por conocer ya el futuro de Alcibíades, acaba en boca de Sócrates: "Deseo que perseveres en ese pensamiento, pero te confieso, que sin desconfiar de tu buen natural, temo que la fuerza de los ejemplos que dominan en esta ciudad nos arrollen a ti y a mí".

Así queda dicho que, o la educación con Sócrates no prendió en el alumno, o no era tan útil esa "escuela" como se pensaba.

De esta manera 


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