domingo, 19 de junio de 2016

Macbeth - 2015 - Justin Kurzel

No me ha gustado mucho este Macbeth. Si duda es estéticamente más moderno, con una fotografía muy cuidada, y en definitiva una película con imágenes muy bonitas, pero en los últimos años parece que esto ya tenemos que darlo por hecho, al menos en una película con pretensiones de arte, y a ésta lo único que no le faltan son pretensiones. Bueno, ya lo hemos dicho, no le faltan pretensiones ni imágenes bonitas.

Pero han hecho una versión muy aburrida, lenta, llena de vacío misticismo, sin una pizca de alegría,
sin un comentario irónico, todo es trascendente y parte de un cuadro preciosista. Hasta la gente es muy guapa, es más ¡Hasta las brujas lo son! Según cada momento, todo el mundo parece consagrado en esta película: los soldados parecen monjes, las brujas y mujeres en general monjas, y todo rodeado de una espiritualidad sin sentido, una supuesta trascendencia que no trasciende, porque no llega a ninguna parte.

Las actuaciones están bien, completamente cinematográfica, lo cual ayuda mucho, porque no se necesita que nadie declame, como tienen micrófonos pueden susurrar y gritar según el papel lo pida, facilitando a los actores dar matices. En algunos momentos por falta de épica y sobra de cara de loco parece que Fassbender iba a hacer Hamlet y a medio camino le cambiaron la obra, lo cual no quiere decir que esté mal, las actuaciones, incluída la suya, son correctas, y todos y todas muy hermosos y hermosas, como ya he dicho.

Como también he dicho, falta alegría, a Macbeth y su mujer parece que todo le traspasa, mientras los personajes de Polanski son humanos y ríen y lloran, los de Kurzel permanecen impasibles o sufren. En relación con la película de 1971 es curioso como Polanski da un papel de gran importancia a Ross, mayor del que tiene en la obra, acertando desde mi punto de vista plenamente, porque encarna muy bien la bajeza moral, la pequeñez, y, cuidado, la simpatía y buenas palabras. Sin embargo en la versión que nos ocupa este personaje prácticamente desaparece, teniendo menos presencia que en la obra original.

Por último las batallas y combates están bien realizados, olvidando, por supuesto y por completo, el realismo (que a veces se confunde con chorros de sangre por todas partes), un poco a lo 300, claro, como casi todo ahora.

Aunque las críticas son muy buenas, yo creo que, hay que estar muy concienciado para disfrutar este Macbeth.

viernes, 17 de junio de 2016

Macbeth - 1971 - Roman Polanski

Macbeth es la historia de un noble que llega a Rey de Escocia, y nos habla de muchas cosas: del destino y el día a día (a Dios rogando y con el mazo dando) de las edades del hombre, de la fidelidad, la conciencia, el valor, de todo lo que nos hace y nos deshace como personas.

Al principio de la obra el protagonista es un guerrero de éxito, cosecha victorias que deberían servir para asegurar el poder del rey Duncan, quien, agradecido, le muestra su aprecio y acrecienta su señoría dándole el señorío de Cawdor. Pero en su camino se cruzan unas brujas adivinas que le auguran que un día será rey, y de aquí la primera gran pregunta: ¿Qué hubiera sido del gran Macbeth si las brujas no le hubieran dado la seguridad que necesitaba para llegar a Rey? Nunca lo sabremos, quizás fuera apagándose con la edad, quizas honraría el señorío de Cawdor hasta ensombrecer el propio reino.

El caso es que las brujas espolean su ambición y, lo que es más importante, como decía, le dan la seguridad que necesitaba, más aún, la autoridad moral, ahora es un ungido por el destino y apartará de su paso todo lo que se cruce en su camino. Su mujer, Lady Macbeth, siente el mismo impulso, y así le ayuda en lo que puede, que es mucho.

Pero ser Rey no es tan fácil como parece, no sólo consiste en recibir honores y darse banquetes. Como bien sabemos los españoles, el primer deber del monarca es perpetuar su dinastía, y en el corazón de Macbeth las brujas han puesto la semilla de su perdición, al decirle a la vez que él será rey, pero le sucederán los hijos de su amigo Banquo. La preocupación por el futuro de sus hijos lleva a Macbeth a matar a Banquo e intentar lo mismo con el hijo de éste, pero el pequeño logra escapar.

Macbeth vuelve a recurrir a las adivinas, para preguntarles por su futuro, y la respuesta de nuevo es positiva y motivadora para el ahora Rey, y refuerza su pasión: no será vencido hasta que se mueva contra él el bosque de Birnam, y no podrá derrotarle nadie que haya nacido de vientre de mujer. Con estas ideas en la mente se siente a sí mismo invencible y actúa como tal.

De manera que vive su vida como todos los reyes de su tiempo, luchando y exterminando a sus enemigos y familiares de primer y segundo grado, gobernando con cierta tranquilidad y haciendo vida hogareña, aunque no todo son alegrías, porque tanto él como su mujer sufren episodios alucinatorios complicados con trastornos depresivos de cierta importancia.

Cuando se va haciendo viejo, a su alrededor los traidores se multiplican, se alían con fuerzas extranjeras (inglesas, nada menos) para acabar con el Rey y devolver el poder a la dinastía del difunto Duncan, que tan poco ha hecho para merecerlo.

Finalmente los augurios tenian algo de trampa, aunque han sido útiles durante muchos años, y el Rey cae, tras enfrentarse él sólo a un ejército y ponerle contra las cuerdas. Los vencedores profanan sus despojos, celebrando su vuelta a la oscuridad de la historia con el regreso de la dinastía anterior.


sábado, 11 de junio de 2016

Política de Trazo Gordo

El objetivo de las distintas ideologías es más o menos el mismo, por mucho que pueda sorprendernos al primer vistazo: favorecer el acceso de los ciudadanos a la clase media para el mayor número posible de ciudadanos, en el límite a todos.

Este objetivo tiene distintos nombres: más a la izquierda se le llama utopía, cuanto más a la derecha nos movamos, más se le irá llamando modelo, pero es sólo cuestión de nombres y tradición.

La clase media no debe considerarse una simple cuestión de estadística, aunque necesariamente tenga mucho que ver con el promedio, también debe tenerse en cuenta el acceso de los ciudadanos a ciertos bienes, como la instrucción, la atención médica, la vivienda, y, por supuesto, la alimentación o el vestido, etc. Y por lo tanto esta clase media es un invento de sociedades avanzadas, y por eso mismo no es un simple cuestión estadística, por ejemplo: una tribu en la que todos sean más o menos igual de ricos o de pobres, no es una tribu de clase media, en el sentido en el que queremos usarla, aunque lo fuera perfectamente en cuanto a la estadística.

En lo que sí se diferencian más las ideologías es en la manera de conseguir estos objetivos.
El centro izquierda tiende a considerar que la generación de riqueza es automática, pero el reparto debe ser forzado, y por eso su modelo necesita un estado que corrija los defectos del mercado y redistribuya la riqueza que se haya generado. Por lo tanto su modelo está enfocado al trabajador y al reparto, considerando, de alguna manera, que siempre hay suficiente para todos, y si a veces parece que no es así, se debe a alguna oculta conspiración. De manera que el acceso de la mayoría a la clase media se consigue mediante un reparto más igualitario.

Por su parte el centro derecha tiende a considerar que la generación de riqueza necesita ayuda, pero que el reparto es automático. Es verdad que este no es el liberalismo que se predica por unos pocos, pero es que por una parte el liberalismo sólo lo defienden algunos políticos como una etiqueta, y, por otra parte, para el centro derecha en España el liberalismo es sólo una capa moderna importada en los últimos años, pero que no parece que se vaya a imponer fuera de las tertulias en los medios. Por lo dicho su modelo está enfocado a la promoción de la empresa, considerada como fuente original de la riqueza, considerando, de alguna manera, que el propio funcionamiento del mercado provocará una distribución genealizada entre los trabajadores, y si a veces parece que no es así, se debe a trabas que ponen al mercado quienes quieren forzar el reparto. De manera que el acceso de la mayoría a la clase media se consigue mediante una mayor producción.

Por su parte, los extremistas de izquierda y derecha piensan que la sociedad sólo funciona cuando se ciñe a un plan que ellos han trazado o heredado. Para implantar dicho plan la libertad tal y como la entendemos normalmente, les sobra, porque las personas tenemos cierta tendencia a la independencia, y enseguida nos salimos de los planes que los demás hacen para nosotros. Por lo tanto sus objetivos pueden ser los mismos que los de las versiones más centradas, pero sus medios son mucho más terribles: necesitan apoderarse de las instituciones para destruir todo aquello que se interponga en su camino actual o previsto para el futuro, necesitan ser totalitarios.