domingo, 11 de enero de 2015

La Blasfemia y el Mal Gusto

Estos días se habla mucho de blasfemia, y resulta sorprendente lo claro que algunas personas parecen tener este concepto, y quizás lo mal que lo utilizan, al menos desde mi punto de vista. Según el diccionario de la academia es una "palabra injuriosa contra Dios, la Virgen o los santos".

La primera conclusión es que el diccionario debería actualizar el término para generalizar la acepción de blasfemias y así, como poco, incluir otras religiones.

Pero esta definición me sirve perfectamente de apoyo para defender mi argumento, que consiste en definir blasfemia como algo interno a cada religión. Como ejemplo límite, para un ateo nada es blasfemo, porque injuriar a Dios  es tan imposible como injuriar al doctor Spock.

En nuestra sociedad, al menos hasta cierto punto, habíamos conseguido que la blasfemia se quedara dentro de su ámbito, las campañas contra "La última tentación de Cristo" y otras blasfemias semejantes funcionaban ya más como publicidad gratuita y motivo para reportajes de costumbrismo, que como verdadera presión contra los autores. De esta manera los creyentes fueron tomando la sana costumbre de simplemente mirar hacia otro lado, no ser público de ciertas películas, programas o revistas, actuando como hacemos las personas civilizadas ante actos de "mal gusto".

Con esta base creo que se puede sacar una conclusión respecto a las blasfemias y el terrorismo (o cualquier otro castigo).

Como deja claro, sin querer, la definición del diccionario, la blasfemia depende del punto de vista interno de una religión; lo que es blasfemo para una religión no tiene que serlo para otra (¿Habría mayor blasfemia desde el punto de vista judío o musulmán que decir que Cristo es el hijo de Dios, al tiempo que es Dios él mismo y que murió? ¿O mayor blasfemia que el ateísmo, al decir que Alá, Yahvé, o el Dios cristiano no existen, convirtiéndolos así en personajes de ficción, una versión menos seria del "Gran Hermano" de Orwell?).

Parece haber nada más dos conclusiones lógicas: o sólo se puede ser blasfemo siendo creyente, o somos blasfemos para una religión al menos todos los que no formamos parte de la misma. Esta última parece ser la postura de los terroristas, con lo cual el matar a humoristas en lugar de a fontaneros es simplemente un asunto de eficiencia propagandística, no de que unos sean más culpables que otros.

Como corolario de esta idea, tenemos que darnos cuenta de que estamos dejando irracionalmente que sean los terroristas quienes nos dicen lo que es blasfemia y lo que no. Si evitamos ponernos en su lugar, nos daremos cuenta de que donde ellos ven blasfemia sólo hay "mal gusto". Y tendremos que ser nosotros quienes les traigamos a nuestro terreno, que es el de la convivencia, no dejar que ellos nos lleven al suyo, que es el otro.




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