sábado, 2 de julio de 2016

Macbeth - 1948 - Orson Welles

Se trata de una versión sencilla, impresionista en algunos momentos, pero que pretende, creo, ser honesta, de la historia del rey escocés.

No se dedican muchos medios: todo decorado, y casi toda la actuación el mismo, un castillo de piedra, Dunsinane, donde Macbeth manda primero como señor de Glamis, y luego como Rey, como se ve es un tirano poco dado a derrochar.

El aire es de un país entre la antigüedad y la edad media, en pleno siglo XI, siempre en guerra con sus vecinos, donde por lo tanto un general y guerrero como Macbeth tiene todas las de ganar. El protagonista viste un peto de soldado, y más tarde se pone una corona de acero, de aspecto muy pesado, en mi imaginación es una especie de Pelayo, o de los primeros nobles y reyes castellanos o aragoneses, siempre en batalla, los más ricos de los pobres. Sin embargo Lady Macbeth es magnífica, una auténtica señora, mucho más refinada, mucho más afilada, aunque igualmente marcial y dispuesta a lo que haga falta.

Entre los dos matan al bondadoso Duncan y se hacen con el poder. En esta versión las sospechas sobre Macbeth son más evidentes desde el principio, tanto Banquo como Ross parecen tener claro desde el primer momento que Macbeth es el culpable, y sólo se mantienen un poco al margen para ver como van desarrollándose los acontecimientos.

Es bastante respetuosa con los secundarios, aunque no puedo dejar de extrañarme por la manera en que un personaje de reparto como es Ross cambia tanto de una versión a otra: desaparece en la versión del año pasado, un play-boy traidor en la versión de Polansky, un sacerdote y amigo en esta de Wells. Los demás secundarios, como la mujer y el hijo de Macduff o los asesinos de Banquo ocupan su lugar, ni son tan importantes como en la de Polansky (que probablemente es la mejor de todas), ni desaparecen de una manera tan absurda como en la de Kurzel del año pasado.

Estos secundarios, incluso las brujas, son importantes para que no se fije la atención en exceso en los Macbeth y que el espectador tenga un cierto respiro y no nos hartemos del matrimonio protagonista y sus cuitas.

En definitiva, una gran película que siempre merece la pena. Fue la primera versión que conocí de la obra, en su momento me sorprendió, porque los anglosajones siempre tienen algo que decir se su Shakespeare, y siempre le hacen hablr bien. No es que en España manejemos peor los clásicos, sólo que los sacamos a pasear con mucha menos frecuencia.

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