Empieza el libro dando ciertas esperanzas, con una historia de la expresión "leyenda negra" interesante, como contraposición a la "leyenda dorada" (vidas de santos) de Santiago de la Vorágine. Tras su filtrado por el protestantismo surge el término "leyenda" como relato fantástico, y posteriormente se aplicará a la publicidad antiespañola para convertirse en "leyenda negra". Tras la etimología hace un somero repaso de las posiciones que se han ido tomando desde el "desastre" del 98 hasta ahora respecto a la existencia e importancia de esta Leyenda.
Éste de la imperiofobia es para mí el punto débil del libro, y para apoyarlo tiene que traer a colación que los alejandrinos se metían con Roma, sin precisar que las citas que da son después de muchos años de buena vecindad, porque Tolomeo se hizo amigo de Roma cuando todavía no era la gran potencia del Mediterráneo. Pero, tras haber sido convertida en provincia por Octavio, parece normal que haya cierta resistencia. No digamos nada de poner una cita de Plutarco para defender la publicidad antirromana, esto es un error de bulto que no debería haberse producido, porque si algo no es el autor, a quien se otorgó la ciudadanía romana "honoraria", es ejemplo de una publicidad organizada contra Roma (que es lo que la autora llama imperiofobia).
Roma fue un Imperio Depredador, o con una marcada fase depredadora (Gustavo Bueno distingue entre Imperios Generadores y Depredadores, como reinterpretación de los Imperios Heriles y Civiles de Sepúlveda), pero para la autora los conquistados deberían estarle agradecidos. Para ella son las élites las que se enfrentan al imperio, pero habría que tener en cuenta que en el mundo antiguo no era inusual al conquistar una ciudad el saquearla y vender a sus habitantes como esclavos, y no podemos ahora exigirles que estuvieran agradecidos de que a cambio les enseñaran latín. Lo mismo dice de los griegos, que parece que iban de turistas a Roma quedándose en las mejores casas, y esto era cierto a veces, pero muchos de los maestros que sofisticaron a los jóvenes ricos fueron esclavos o rehenes, por mucho que fueran bien tratados, o sea, que se quedaban en las mejores casas, pero como esclavos de sus dueños. Por no hablar del papel de los gobernadores como esquilmadores de sus provincias, basta ver a Julio César como prétor en España, y las 3 fortunas que debía conseguir de la provincia, y parece que consiguió (una para pagar deudas, otra para vivir y otra para hacer carrera).
Algo parecido le pasa con el Imperio Español, está muy bien, y sin duda es muy justo, rebajar el daño producido por los españoles en en Nuevo Mundo, y darles un contexto al compararlas con otros imperios, pero el reducir el trato a los indios a la ley es un error, basta leer las "Cartas de Relación" o la "Historia Verdadera...", textos nada sospechosos de hispanofobia, para saber que los soldados españoles se repartían indias y oro como si fuera suyo. Por otra parte, sin menoscabo de que España se portara mejor que otros ¿No existió el transporte de oro y plata de la américa española a la península como explotación "colonialista"? ¿O toda esa riqueza era contraprestación de lo que se llevaba de España a las Indias?
Corre el riesgo la autora de que su crítica a la Leyenda Negra se vuelva increíble por la construcción de una Leyenda Rosa, ni el discutir la supuesta imperiofobia debe llevarnos al ¿filoimperio?
Al llegar a la bibliografía notamos este tipo de carencias, porque es muy específica, aunque entendemos también que no pretende ser exhaustiva, porque la autora a menudo cita páginas web, incluso del proyecto Filosofía en Español, con lo cual la ausencia de Gustavo Bueno en sus argumentos sobre el Imperio llama más todavía la atención.
Creo que encontraríamos varias lagunas en su explicación y argumentación, muy mal atada y desde luego nada sistematizada: la imperiofobia de Inglaterra contra Rusia no puede considerarse como un pueblo débil enfrentándose a uno fuerte, por ejemplo. Una falta importante para mí es la descripción de la imperiofobia española, de la España goda contra el Islam, por ejemplo, que también lo tenía muy a mano, si es que existía, y sino faltaría explicar por qué no la hubo. Sabemos, por ejemplo, que la descripción de tropas imperiales españolas o incluso romanas es muy parecida a la que escribían los árabes sobre los cruzados: sucios, infantiles, corruptos, etc. ¿Y la imperiofobia española contra la Francia napoleónica? Es otro punto ciego importante, más aún si tenemos en cuenta la "salvaje" expresión española popular en la guerra de independencia, más que a liberar España, o a pelear, los españoles salían "a matar franceses". Por último en este sentido, aunque eso le daría a la autora para otro libro, convendría analizar la imperiofobia o la ausencia de ella, respecto a Estados Unidos, China Rusia o, incluso la Unión Europea (no digo que sea un imperio en formación, pero tampoco soy yo quien le ha puesto el nombre de Carlomagno a los premios por la contribución a la construcción europea, peor a la "unión de los pueblos europeos").
En definitiva, esta primera parte me parece muy mal acabada, y por un motivo claro: este concepto que se saca de la manga como "Imperiofobia" es innecesario y erróneo, y es más fácil entenderlo como resistencia al Estado rival, o incluso a la conquista. Además tiene, respecto a la cohesión del libro, otra pega importante, la Leyenda Negra sería propia de España, y por tanto difícilmente se puede explicar por la imperiofobia a los imperios ruso, alemán, Americano, inglés, holandés, español, etc.Una vez cerrado el tema de la Imperiofobia entra en terreno más seguro, el de la Leyenda Negra. Aquí inicia una narrativa cronológica en la que nos muestra como el "antiespañolismo" nace en Italia y crece después reforzada por el anticatolicismo en los Países Bajos e Inglaterra, y es rematada por la ilustración en Francia.
Pone muchos ejemplos, y la misma autora reconoce que habría muchos más, a mí personalmente me sobra la referencia a "El Nombre de la Rosa", porque, siendo cierto que Jorge de Burgos es el asesino en la novela, no es el malo, ni el malvado inquisidor. En esta novela y película el verdadero malo, el "archienemigo" de Guillermo de Baskerville es Bernardo Gui, que, aunque dominico, es francés, y llega a la abadía al mando de soldados franceses (además este Bernardo Gui es un personaje histórico, inquisidor francés). Creo que hacer que el asesino sea Jorge de Burgos, fue una forma más para Umberto Eco de resaltar lo internacional de la iglesia y de los asuntos que se estaban tratando, pero no tiene nada de antiespañol (el protagonista es Inglés, su discípulo austriaco, etc.), más bien al contrario, el mostrarnos al terrible dominico francés sería un argumento contra la Leyenda Negra española.
Por lo demás, tiene razón en el planteamiento principal (o al menos a mí me parece evidente): los españoles han quedado a ojos de muchos como los malos de la historia. Pondré varios ejemplos a vuelapluma. En la serie de divulgación para niños "Érase una vez el hombre" todas las sociedades, todos los conquistadores, incluidos vikingos o mongoles, son buenos, o al menos hay entre ellos buenos y malos, hasta llegar al descubrimiento de América: en ese momento hace su aparición el único país púramente malo: España. En Tom Sawyer, en una américa esclavista (uno de sus amigos es el esclavo Jim), el malo es Injun Joe, que habla español, y cuando Tom busca un apodo para sus aventuras usa el de "el vengador de la américa Española", a la América estadounidense no le apetece vengarla. Otro ejemplo repugnante es el Torquemada de Victor Hugo, por otra parte uno de los autores cumbre de la literatura universal, desde mi punto de vista. Los ejemplos, como dice la autora, son infinitos; estos días estoy escuchando unas conferencias de un profesor americano sobre la historia de Inglaterra y está lleno de "perlas" como decir que María e Isabel Tudor mandaron ejecutar aproximadamente el mismo número de personas por cuestiones de religión, pero que Isabel lo hacía a regañadientes, o que se empezaron a llevar esclavos de África a América porque los españoles prácticamente habían exterminado a los indígenas.
Una de las claves de la Leyenda Negra, de la que la autora da cuenta perfectamente, es que los actos malvados son definitorios para los españoles, pero anecdóticos o superficiales para los demás. Si un Español mata a un indio es el genocidio y oscurantismo que uno puede esperar de nosotros, y lo hace con placer, pero si un inglés mata a un indio es porque no tiene otro remedio, lo hace contra su naturaleza, y a regañadientes.
Por otra parte, no creo que la Leyenda Negra naciera en Italia, creo que merece la pena seguir la pista de la etimología, que nos lleva al protestantismo, y considerar que las reacciones italianas son propias de unas ciudades "ocupadas", pero a eso creo que habría que ponerlo en otra categoría. En mi opinión, que se podría apoyar en el mismo libro La Leyenda Negra es fruto de las ansias de independencia de los Países Bajos primero, y de la geopolítica inglesa después, sin necesidad de tomar el caso italiano como antecedente, seguramente también en el norte de África o en Turquía había antipatía contra España y los españoles, pero es otra cosa.
La publicidad aniquiladora, descarnada y sistemática es propia del nacionalismo, realimentado por el cisma religioso, aunque el nacionalismo siempre es, en sí mismo, una religión, o, si a alguien le chirría este término, un mito organizado. Como ejemplo véase, la resistencia española contra el francés durante la guerra de independencia. En este sentido (como en casi todo lo que toca a la Leyenda Negra), el libro me parece correcto, y va tejiendo el interesante relato de los últimos cinco siglos, desde la guerra civil en Bélgica convertida en guerra por la "libertad religiosa" y contra España, pasando por el nacimiento del sentimiento nacionalista con la monarquía absoluta y la religión nacional en Inglaterra, hasta llegar a la Francia de la Ilustración, postergada pero fuerte, clasista y rodeada de naciones con pasado imperial.
Es especialmente eficaz el libro en deshacer las ideas de los protestantes como luchadores por la libertad de pensamiento, defendiendo que eso era sólo cuando dicho pensamiento se encontraba dentro de los parámetros previamente aceptados, eso es, no aplicable a católicos, musulmanes, judíos o ateos.
Así nos cuenta que en 1585, en pleno reinado de Isabel I, la misa católica era delito, y ser sacerdote católico traición penada con la muerte. En la España del siglo XVI se ejecutaron por herejía entre 40 y 50 personas, mientras que en Inglaterra fueron 1000 en la época isabelina y en Francia en cinco años a más de 300 personas. Caso aparte es el de Irlanda, que desde la época de los Tudor en adelante fue un continuo genocidio (la autora no recuerdo si usa este adjetivo, pero la política inglesa desde la reina Isabel I, pasando por Cromwell y hasta el hambre de 1845 dan para crear tres Leyendas Negras inglesas, y sin embargo nada de nada).
También es algo a tener en cuenta son las brujas. Algo muy fácil de ver para quien compare las expresiones culturales anglosajonas con las hispanas, es que las matanzas de brujas en España no forman parte de la cultura popular, a veces se habla de ello por contaminación de las series y películas que importamos, pero lo cierto es que en España no hubo persecución de las brujas como tales, y eso se nota, por eso aquí no tenemos memoria de ningún suceso como el de las brujas de Salem, que en Estados Unidos es un hito de la historia popular. En España, en definitiva, se persiguió a las brujas cuando eran sospechosas de otros delitos, pero no por brujería en sí misma, que la propia inquisición consideraba como superstición. Aquí la comparación del libro hace temblar, según un estudioso danés, Henningsen, en la edad moderna fueron quemadas 50.000 brujas, de ellas la mitad en Alemania, miles en Francia, Inglaterra, Suiza... Víctimas del Santo Oficio: 27.
Respecto a la Ilustración francesa, rescato sólo una frase de Voltaire, adalid de la libertad: "Observamos a los judíos con la misma mirada que miramos a los negros, o sea, como una raza humana inferior". Añade la autora en otro punto, que la obra de Voltaire estaba prohibida en Francia, pero que no por ello dejaba de considerar a su país como un país libre.
Su hermana Bélgica, la de los más bravos entre los galos, que decía Julio César, tiene a su rey Leopoldo II, a quien le fue regalado el territorio del Congo, arrasado por los belgas, y cuando dice arrasado se refiere a la muerte de diez millones de personas.
En conclusión, es recomendable como punto de vista, si bien, como ya he dicho, personalmente le quitaría la poco rigurosa parte de la Imperiofobia, dejándolo en una interesantísima historia de la Leyenda Negra española.
Añado una crítica que se publicó en El País, en la que se da cuenta de varios errores e imprecisiones del libro, como creo que no hacen referencia a ninguna de las citas que yo he copiado, creo que no le restan validez a mi comentario (y desde mi punto de vista tampoco mucha al libro). Siendo cierto que el tono de las citas pretende muchas veces (como en el caso de Plutarco) hacer de la anécdota categoría, y el trato de las traducciones y falta de traducciones, dependiendo del momento, le dan un cierto aire apresurado a muchas partes de la obra.
https://elpais.com/cultura/2019/12/19/actualidad/1576745125_565402.html