Curiosa versión japonesa de Macbeth, que merece la pena incluir en este pequeño recopilatorio que me está saliendo, aunque sólo fuera por ser una de las más conocidas, y también la más diferente, claro.
Es una versión muy distinta, no sólo porque transcurre en el Japón medieval, en lugar de en Escocia, sino porque no parece que el director hay querido seguir fielmente el texto, ni siquiera el esquema de la obra, se queda con las partes que le interesan, y recorta sin piedad el resto.
Praece que el director ha hecho una obra para japoneses que no conozcan a Shakespeare, lo cual también explicaría, al menos en parte, la simplificación, el recorte de los diálogos, etc., al final de la película, con la trama ya terminada, incluye una explicación al movimiento del bosque. Ha querido hacer una obra japonesa sobre el tema de Macbeth, más que una versión de la obra tradicional.
Las actuaciones, como corresponde, son exageradas para lo habitual en occidente, lo cual le añade otro tono exótico. Los personajes secundarios en buena medida desaparecen, hasta el punto de que no hay un verdadero Macduff, el justiciero que acaba con Macbeth (Washizu), quien no muere por la espada ejecutado por un no nacido del vientre de mujer, sino acribillado a flechazos. De la misma manera no existe la familia de Macduff, cuyo asesinato es el gran acto de maldad de Macbeth, consecuencia de las segundas profecías de las brujas, y la fuente de la gran degeneración del protagonista y de la muerte de su mujer, que asi ve como el camino iniciado no tiene final.
A la ambición natural del protagonista, le han querido añadir el miedo, que es la fuerza que utiliza Lady Macbeth para reforzar sus malas intenciones, en lugar de espolear su deseo de poder, le hace ver el peligro en el que la profecía le deja, ya que le sitúa como posible enemigo de su señor y de su compañero. Esto añade interés desde el punto de vista de que da importancia a la duda, siempre presente, de hasta qué punto los hechos transcurren según la profecía precísamente porque Macbeth y Banquo (Miki) la han escuchado.
También en el aspecto político esta historia es más neutra, Macbeth no hace nada que no hubiera hecho antes su predecesor: matar a su señor para ponerse en su lugar, no es un malvado, es un señor poderoso que actua como los demás señores poderosos.
sábado, 16 de julio de 2016
sábado, 2 de julio de 2016
Macbeth - 1948 - Orson Welles
Se trata de una versión sencilla, impresionista en algunos momentos, pero que pretende, creo, ser honesta, de la historia del rey escocés.
No se dedican muchos medios: todo decorado, y casi toda la actuación el mismo, un castillo de piedra, Dunsinane, donde Macbeth manda primero como señor de Glamis, y luego como Rey, como se ve es un tirano poco dado a derrochar.
El aire es de un país entre la antigüedad y la edad media, en pleno siglo XI, siempre en guerra con sus vecinos, donde por lo tanto un general y guerrero como Macbeth tiene todas las de ganar. El protagonista viste un peto de soldado, y más tarde se pone una corona de acero, de aspecto muy pesado, en mi imaginación es una especie de Pelayo, o de los primeros nobles y reyes castellanos o aragoneses, siempre en batalla, los más ricos de los pobres. Sin embargo Lady Macbeth es magnífica, una auténtica señora, mucho más refinada, mucho más afilada, aunque igualmente marcial y dispuesta a lo que haga falta.
Entre los dos matan al bondadoso Duncan y se hacen con el poder. En esta versión las sospechas sobre Macbeth son más evidentes desde el principio, tanto Banquo como Ross parecen tener claro desde el primer momento que Macbeth es el culpable, y sólo se mantienen un poco al margen para ver como van desarrollándose los acontecimientos.
Es bastante respetuosa con los secundarios, aunque no puedo dejar de extrañarme por la manera en que un personaje de reparto como es Ross cambia tanto de una versión a otra: desaparece en la versión del año pasado, un play-boy traidor en la versión de Polansky, un sacerdote y amigo en esta de Wells. Los demás secundarios, como la mujer y el hijo de Macduff o los asesinos de Banquo ocupan su lugar, ni son tan importantes como en la de Polansky (que probablemente es la mejor de todas), ni desaparecen de una manera tan absurda como en la de Kurzel del año pasado.
Estos secundarios, incluso las brujas, son importantes para que no se fije la atención en exceso en los Macbeth y que el espectador tenga un cierto respiro y no nos hartemos del matrimonio protagonista y sus cuitas.
En definitiva, una gran película que siempre merece la pena. Fue la primera versión que conocí de la obra, en su momento me sorprendió, porque los anglosajones siempre tienen algo que decir se su Shakespeare, y siempre le hacen hablr bien. No es que en España manejemos peor los clásicos, sólo que los sacamos a pasear con mucha menos frecuencia.
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