Conocidísimo libro de divulgación escrito por Stephen Hawking, y quizás el único del autor con una verdadera influencia social. Es un gran libro de divulgación, y estuvo más de cuatro años dentro de las listas de libros más vendidos en Gran Bretaña.
Como ejemplo de su trascendencia para la propia carrera del científico como escritor, entre los cuatro libros de divulgación que figuran en mi volumen como "Also by Stephen Hawking", dos de ellos son The illustrated Brief History of time y A briefer History of time. Añado por mi cuenta que un tercer libro de los cuatro: El universo en una cáscara de nuez, tiene mucho de la Breve historia del tiempo.
El libro nos presenta las dos teorías fundamentales de la física moderna: la relatividad y la física cuántica, y el desarrollo que tuvieron a lo largo del siglo XX, son implicaciones, y la explicación que nos proporcionan sobre el universo. La relatividad nos ayuda a "entender" el mundo macroscópico, mientras que la segunda explica el microscópico. Escribo "entender" entre comillas, porque tanto la relatividad general como la física cuántica representan el momento, a principios del siglo pasado, en el que la física dejó de ser intuitiva y comprensible en el mismo sentido en que lo es la mecánica clásica.
Einstein viene a decir que un español y un australiano se aceleran en dirección contraria uno del otro, entonces ¿Por qué no se alejan? Simplemente porque el espacio tiempo es curvo. Como se ve, ahí se acabaron las esperanzas de comprender completamente la relatividad.
El libro no contiene nada de matemáticas, creo que la única fórmula que incluye es la famosa E=mc2, quizás sea demasiado poco, pero probablemente hubieran bastado unas pocas matemáticas para asustar a muchos lectores. Incluso así en el prólogo a El universo en una cáscara de nuez, nos dice Hawing que algunos lectores se asustaron en los primeros capítulos de Breve historia del tiempo y no siguieron adelante con la lectura. Por lo tanto el libro se compone de narraciones, sin números ni fórmulas.
Así nos encontramos con la expansión del universo, el principio de incertidumbre, los viajes en el tiempo y el intento de los físicos por conseguir una teoría del todo, contado de una forma accesible, si bien sabemos que bajo todo ello hay unas matemáticas inalcanzables para la gran mayoría (yo incluido, claro).
Resulta un libro muy útil para ponerse al día en estas teorías a las que rara vez accedemos, pese a haber sido escrito en 1988, se supone que una antigualla en términos de investigación.
Está escrito de forma clara y yo diría que amena, teniendo en cuenta que los asuntos tratados pueden resultar áridos, aunque es necesario cogerlo con cierto respeto y dedicarle algo de tiempo para disfrutarlo y aprovecharlo completamente.
No soy muy amigo de considerar que hay libros imprescindibles, pero este se acerca más que la mayoría.
martes, 27 de enero de 2015
lunes, 26 de enero de 2015
Apocalípticos e Integrados - 1964 - Umberto Eco
La obra de no-ficción más conocida de Umberto Eco, en la cual nos presenta una colección de ensayos con los que pretende explicar la cultura de nuestro tiempo, bajo el sistema generado a partir del concepto "cultura de masas".
Frente a la aparición o al menos crecimiento en importancia de esta cultura de masas, caben al menos dos posturas por parte del público: los apocalípticos creen que se está produciendo una banalización de los hechos culturales, una degradación, un alejamiento respecto a los productos de la alta cultura en favor de porquerías pseudoculturales de consumo masivo, mientras que los integrados disfrutan acríticamente de dicho consumo.
La postura de Umberto Eco parece más bien la de disfrutar, o al menos una postura intermedia, disfrutar críticamente. Nos habla desde una élite capaz de analizar todo el "abanico cultural" puesto a disposición del público actual (ya no tan actual, dado que la comunicación ha cambiado mucho desde 1964).
ALTO, BAJO, MEDIO
El libro se divide en 3 grupos de ensayos, la primera de la cual se titula "Alto, medio, bajo" y se propone como análisis general del problema de la jerarquía cultural. Desde el punto de vista técnico que representa, lo primero que hace es una clasificación entre la alta cultura, la media y la de masas, incluidas las relaciones entre estas esferas. En un primer momento parecen distinguirse los tipos desde una postura cercana a una visión esencialista de la producción cultural, pero en el desarrollo de la obra se van confundiendo mediante definiciones y descripciones dudosas y subjetivas.
Hay un párrafo que describe muy bien esta situación:
¿Qué es un periódico sino un producto, formado por un número determinado de páginas, obligado a salir una vez al día, y en el que las cosas dichas no serán determinadas tan sólo por las cosas a decir (según una necesidad absolutamente interior), sino también por el hecho de que una vez al día se deberá decir lo suficiente para llenar tantas páginas.
En general, cincuenta años después de ser escrito, esta parece una opinión aceptada por todos, si es que alguna vez fue polémica. Pero la clave de su punto de vista sobre la cultura nos la da Eco entre paréntesis: (según una necesidad absolutamente interior).
La cultura de masas empobrece, iguala y, lo peor de todo, es conservadora, porque su "deber" de llegar a todo el mundo, la obliga a ser "aceptable" para una buena cantidad de personas, en realidad una mayoría sociológica (esto lo digo yo, no él), así que hay una encrucijada, para que una crítica a la cultura de masas tenga éxito de público, a de ser o poder convertirse en cultura de masas.
Desde mi punto de vista, esto es como una ley natural. Por ello todo lo que tiene mucho éxito y se nos vende como rompedor de tabúes es falso, porque lo que es, sencillamente, es una demostración de que los tabúes ya están rotos, y no puede ser otra cosa.
Resumiendo: mi ejemplar de Apocalípticos e Integrados comprado en Amazon no deja de ser cultura de masas, de mejor o peor calidad que Los Vengadores o Crepúsculo, este juicio, simplemente, se da en otro plano.
A partir de este primer ensayo, más general, siguen otros dos más concretos, el segundo se titula "Estructura del mal gusto", en él se describe la cultura Kitsch como una imitación de la cultura verdadera, en un ensayo en el que se pierde entre la obra de arte verdadera y original que proporciona una auténtica experiencia estética, y su caricatura, que pretende pasar por arte, siendo sólo un esfuerzo por pulsar nuestros resortes emotivos.
Es difícil juzgar a Eco en este punto, porque sería necesario ser tan capaz como él de "experiencias superiores" al disfrutar de la obra de arte.
Llama la atención que la obra de arte, cuando se integra en la cultura de masas, pierde hasta cierto punto sus propiedades. Yo pensaba en el Gernika, como ejemplo, y por lo visto el mismo cuadro es distinto cuando lo mira el espectador cualificado y cuando lo miran otros menos capaces.
El tercer ensayo de la primera parte empieza con la lectura de una página de Steve Canyon, en cuyo análisis se comprueba perfectamente el jugo que un crítico adiestrado puede sacar de una obra en principio menor. A partir de ahí describe la relación de los comics con otras formas de cultura, fundamentalmente el cine, para acabar concluyendo que son básicamente conservadoras: el objetivo final es la salvaguarda del sistema mediante la reforma. Dan ganas de añadir: ¡Menos mal! ya que la reforma parece ser una buena manera de salvaguardar el sistema.
Con esta primera parte se supera la mitad del volumen, que todavía incluye otros siete ensayos, en dos partes: Los personajes y Los sonidos y las imágenes.
LOS PERSONAJES
Los personajes tienen que ser tipos humanos, pero para conseguir un tipo lo mejor es conseguir una persona individual lo más formada posible, lo más completa posible. Además, y aquí puede estar cierta clave de las novelas de Eco, también debe vivir los hechos fundamentales de su época, quizás por eso sus personajes parecen siempre claves en encrucijadas históricas, como agentes o al menos como testigos.
Curiosamente nos da para d´Artagnan la misma explicación que en Big Bang Theory dan para Indiana Jones: la relación, dentro del cuerpo de la obra, entre el personaje d´Artagnan y sus vicisitudes no es en realidad necesaria ni orgánica: d´Artagnan es un pretexto en torno al cual se producen hechos.
Del personaje genérico pasamos a El mito de Supermán. Una clave en el funcionamiento del superhéroe es la repetición. Las historias con las que nos bombardean a todas horas son prácticamente la misma, el mismo esquema con leves repeticiones. Si esto era cierto en 1964, hoy día da hasta miedo como los personajes son todos iguales en el cine comercial, sustituyendo poco más que los nombres y el vestuario.
Un factor clave en Supermán (como en Los Simpson y muchas otras series, añado yo) es el hecho de que el tiempo no pasa por ellos, al final de un episodio todo debe estar restituido al estado anterior, o, al menos, al principio de un episodio deben olvidarse la mayor parte de los cambios que se hayan producido anteriormente, de lo contrario los personajes envejecerían.
Mientras el ensayo nos explica Superman, nos da la definición, más que conveniente, de hombre heterodirigido: un hombre que vive en una sociedad de alto nivel tecnológico y dentro de una especial estructura social y económica, al cual se sugiere constantemente aquello que debe desear y como obtenerlo, según determinados procedimientos prefabricados que le eximen de tener que proyectar arriesgada y responsablemente.
Después de Supermán pasa a Charlie Brown, más conocido como el dueño de Snoopy, en cuyos personajes advierte gran profundidad.
LOS SONIDOS Y LAS IMÁGENES
Pasa por último a hablar de las canciones y la televisión. La música sigue un proceso de repetición parecido al de la narrativa, donde ...la novedad es introducida con tino, a dosis, con el fin de despertar el interés del comprador, sin contrariar su pereza. Normalmente en el libro se usa un palabro horrible: fruidor, para quien disfruta la obra de arte, pero adviértase que aquí por contra se usa comprador.
Respecto a la televisión, parece que hoy día este ensayo hubiera sido el núcleo del libro, ampliándolo y desarrollándolo, dada la importancia que el medio ha asumido en las últimas décadas. La televisión es el gran rasero cultural, en el cual todos nos igualamos. Pero para el autor, ni la mayoría social ni siquiera el ciudadano promedio son el patrón con el que se nivela el producto televisivo, son los intereses de las empresas anunciadoras, según los cuales se educa al público.
Es pues, la televisión, sobre todo un peligro a tener en cuenta: Incluso si se admite que en este terrible y potente medio de masas se encierran y reúnen la varias posibilidades de difusión para el futuro próximo, es preciso no olvidar la naturaleza emocional, intuitiva, irreflexiva, de la comunicación por la imagen.
El último ensayo del libro, Los nihilistas flamantes, se dedica a los apocalípticos profesionales, aquellos que viven de decir que esto no puede ser, ya no negando la realidad, sino tomando un punto de vista de esto no debió haber sucedido.
Como conclusión ¿Apocalíptico o Integrado? Este libro no es para clasificar al público en general, ni al lector en particular.
Si se puede resumir un mensaje para todos los ensayos, creo que sería el esfuerzo para aceptar la realidad, manteniendo a la vez la capacidad para ejercer la crítica sobre lo que vemos.
Si hay algo peor que ser un integrado en nuestra cultura de masas es ser un apocalíptico; pero, si hay algo peor que ser un apocalíptico, es integrarse en nuestra cultura de masas.
viernes, 16 de enero de 2015
Éramos pocos y parió el Papa Francisco
Veo publicado que ahora va el Papa y dice que la libertad de expresión tiene sus límites, y que no se pueden ofender las creencias. Desde mi punto de vista dos simplezas, al menos si las ha dicho así como se cuenta.
La primera simpleza está clara: la libertad de expresión ya tiene límites en los países occidentales, no sólo en temas de terrorismo (en Alemania tengo entendido que hace tiempo está prohibido exhibir símbolos nazis, y en España no hace tanto se convirtió en delito la apología), también existe la inducción al delito y más claramente, en temas, digamos, más privados, si uno se mete con la madre del Papa, como él mismo dice, no sólo recibirá su senil puñetazo, sino que se arriesga a enfrentarse a una acusación por injurias, que es un delito de opinión de arraigada tradición.
Por lo tanto, respecto a este primer asunto, dado que la libertad de expresión YA tiene límites, el Papa no quiere decir: "debe de haber límites a la libertad de expresión", sino que deben ser los límites que él y otros líderes político-religiosos (dado el contexto, supongo que los del Estado Islámico) decidan.
La segunda parte es aún más chocante, dice que "no se puede provocar, no se puede insultar la fe de los demás", ¿Acaso se puede insultar la fe? ¿Se puede insultar el hambre? ¿Se puede insultar la tristeza? De ninguna manera, se insultan las personas, y si acaso las instituciones, como la Iglesia Católica o el Estado Islámico, pero la fe no se insulta.
Además, ¿Qué opina el Papa de la fe musulmana? Entiendo que el Papa piensa que el cristianismo es la fe verdadera ¿No sería entonces, para él, la fe musulmana falsa? ¿Puede el Papa respetar la fe musulmana? ¿En qué consistiría ese respeto si piensa, como cristiano, que Alá es un falso Dios? ¿Debería respetar Sancho la idea de que los molinos son gigantes o respetar a su señor y decirle que son molinos?
Creo que harta un poco tanto debate sobre la libertad de expresión, debemos vencer a los integristas en todos los campos y desde el principio, y a eso contribuyen mucho más unas viñetas blasfemas que cierta repugnante equidistancia.
La primera simpleza está clara: la libertad de expresión ya tiene límites en los países occidentales, no sólo en temas de terrorismo (en Alemania tengo entendido que hace tiempo está prohibido exhibir símbolos nazis, y en España no hace tanto se convirtió en delito la apología), también existe la inducción al delito y más claramente, en temas, digamos, más privados, si uno se mete con la madre del Papa, como él mismo dice, no sólo recibirá su senil puñetazo, sino que se arriesga a enfrentarse a una acusación por injurias, que es un delito de opinión de arraigada tradición.
Por lo tanto, respecto a este primer asunto, dado que la libertad de expresión YA tiene límites, el Papa no quiere decir: "debe de haber límites a la libertad de expresión", sino que deben ser los límites que él y otros líderes político-religiosos (dado el contexto, supongo que los del Estado Islámico) decidan.
La segunda parte es aún más chocante, dice que "no se puede provocar, no se puede insultar la fe de los demás", ¿Acaso se puede insultar la fe? ¿Se puede insultar el hambre? ¿Se puede insultar la tristeza? De ninguna manera, se insultan las personas, y si acaso las instituciones, como la Iglesia Católica o el Estado Islámico, pero la fe no se insulta.
Además, ¿Qué opina el Papa de la fe musulmana? Entiendo que el Papa piensa que el cristianismo es la fe verdadera ¿No sería entonces, para él, la fe musulmana falsa? ¿Puede el Papa respetar la fe musulmana? ¿En qué consistiría ese respeto si piensa, como cristiano, que Alá es un falso Dios? ¿Debería respetar Sancho la idea de que los molinos son gigantes o respetar a su señor y decirle que son molinos?
Creo que harta un poco tanto debate sobre la libertad de expresión, debemos vencer a los integristas en todos los campos y desde el principio, y a eso contribuyen mucho más unas viñetas blasfemas que cierta repugnante equidistancia.
domingo, 11 de enero de 2015
La Blasfemia y el Mal Gusto
Estos días se habla mucho de blasfemia, y resulta sorprendente lo claro que algunas personas parecen tener este concepto, y quizás lo mal que lo utilizan, al menos desde mi punto de vista. Según el diccionario de la academia es una "palabra injuriosa contra Dios, la Virgen o los santos".
La primera conclusión es que el diccionario debería actualizar el término para generalizar la acepción de blasfemias y así, como poco, incluir otras religiones.
Pero esta definición me sirve perfectamente de apoyo para defender mi argumento, que consiste en definir blasfemia como algo interno a cada religión. Como ejemplo límite, para un ateo nada es blasfemo, porque injuriar a Dios es tan imposible como injuriar al doctor Spock.
En nuestra sociedad, al menos hasta cierto punto, habíamos conseguido que la blasfemia se quedara dentro de su ámbito, las campañas contra "La última tentación de Cristo" y otras blasfemias semejantes funcionaban ya más como publicidad gratuita y motivo para reportajes de costumbrismo, que como verdadera presión contra los autores. De esta manera los creyentes fueron tomando la sana costumbre de simplemente mirar hacia otro lado, no ser público de ciertas películas, programas o revistas, actuando como hacemos las personas civilizadas ante actos de "mal gusto".
Con esta base creo que se puede sacar una conclusión respecto a las blasfemias y el terrorismo (o cualquier otro castigo).
Como deja claro, sin querer, la definición del diccionario, la blasfemia depende del punto de vista interno de una religión; lo que es blasfemo para una religión no tiene que serlo para otra (¿Habría mayor blasfemia desde el punto de vista judío o musulmán que decir que Cristo es el hijo de Dios, al tiempo que es Dios él mismo y que murió? ¿O mayor blasfemia que el ateísmo, al decir que Alá, Yahvé, o el Dios cristiano no existen, convirtiéndolos así en personajes de ficción, una versión menos seria del "Gran Hermano" de Orwell?).
Parece haber nada más dos conclusiones lógicas: o sólo se puede ser blasfemo siendo creyente, o somos blasfemos para una religión al menos todos los que no formamos parte de la misma. Esta última parece ser la postura de los terroristas, con lo cual el matar a humoristas en lugar de a fontaneros es simplemente un asunto de eficiencia propagandística, no de que unos sean más culpables que otros.
Como corolario de esta idea, tenemos que darnos cuenta de que estamos dejando irracionalmente que sean los terroristas quienes nos dicen lo que es blasfemia y lo que no. Si evitamos ponernos en su lugar, nos daremos cuenta de que donde ellos ven blasfemia sólo hay "mal gusto". Y tendremos que ser nosotros quienes les traigamos a nuestro terreno, que es el de la convivencia, no dejar que ellos nos lleven al suyo, que es el otro.
La primera conclusión es que el diccionario debería actualizar el término para generalizar la acepción de blasfemias y así, como poco, incluir otras religiones.
Pero esta definición me sirve perfectamente de apoyo para defender mi argumento, que consiste en definir blasfemia como algo interno a cada religión. Como ejemplo límite, para un ateo nada es blasfemo, porque injuriar a Dios es tan imposible como injuriar al doctor Spock.
En nuestra sociedad, al menos hasta cierto punto, habíamos conseguido que la blasfemia se quedara dentro de su ámbito, las campañas contra "La última tentación de Cristo" y otras blasfemias semejantes funcionaban ya más como publicidad gratuita y motivo para reportajes de costumbrismo, que como verdadera presión contra los autores. De esta manera los creyentes fueron tomando la sana costumbre de simplemente mirar hacia otro lado, no ser público de ciertas películas, programas o revistas, actuando como hacemos las personas civilizadas ante actos de "mal gusto".
Con esta base creo que se puede sacar una conclusión respecto a las blasfemias y el terrorismo (o cualquier otro castigo).
Como deja claro, sin querer, la definición del diccionario, la blasfemia depende del punto de vista interno de una religión; lo que es blasfemo para una religión no tiene que serlo para otra (¿Habría mayor blasfemia desde el punto de vista judío o musulmán que decir que Cristo es el hijo de Dios, al tiempo que es Dios él mismo y que murió? ¿O mayor blasfemia que el ateísmo, al decir que Alá, Yahvé, o el Dios cristiano no existen, convirtiéndolos así en personajes de ficción, una versión menos seria del "Gran Hermano" de Orwell?).
Parece haber nada más dos conclusiones lógicas: o sólo se puede ser blasfemo siendo creyente, o somos blasfemos para una religión al menos todos los que no formamos parte de la misma. Esta última parece ser la postura de los terroristas, con lo cual el matar a humoristas en lugar de a fontaneros es simplemente un asunto de eficiencia propagandística, no de que unos sean más culpables que otros.
Como corolario de esta idea, tenemos que darnos cuenta de que estamos dejando irracionalmente que sean los terroristas quienes nos dicen lo que es blasfemia y lo que no. Si evitamos ponernos en su lugar, nos daremos cuenta de que donde ellos ven blasfemia sólo hay "mal gusto". Y tendremos que ser nosotros quienes les traigamos a nuestro terreno, que es el de la convivencia, no dejar que ellos nos lleven al suyo, que es el otro.
jueves, 8 de enero de 2015
Di NO a la Edad Media
El atentado de ayer en París nos pone delante otra vez el terrorismo islámico como fuerza en auge en la política mundial.
Digo política porque la diferencia entre el terrorismo y otros tipos de delincuencia es precísamente su intención de presionar políticamente, y no me refiero al sentido débil de la política, que también, no sólo se trata de cambiar los programas de los partidos, sino de cambiar nuestra posición, la de los ciudadanos, como agentes nucleares de la política en democracia, en favor de una determinada postura, mediante el terror.
En este caso el atentado se ha dirigido contra la prensa, cubriendo de esta manera un objetivo simbólico, y uno práctico, relacionados entre sí. En cuanto al simbolismo está claro: se debe terminar la libertad de expresión, sólo se puede decir lo que ellos permitan. El objetivo práctico es ir a los distribuidores de opinión, que funcionan, aunque sólo hasta cierto punto, como fuente de donde manan los tópicos que todos acabamos manejando y meterles miedo, de manera que cada vez que se escriba (o dibuje) sobre temas relacionados con el islamismo o la religión musulmana, se lo piensen dos veces, maticen, cedan...
Desde mi punto de visa los medios de comunicación han tratado bien este atentado, sobre todo aquellos que han decidido publicar las viñetas consideradas blasfemas. El camino para luchar contra el terrorismo debe pasar, sin duda, por no ceder ni un paso en nuestros derechos y plantarles cara allí donde se presente oportunidad, sin dejar resquicios para que entre el miedo, sin plantearnos siquiera la opción de obececer a quienes nos amenazan.
Hablando de resquicios, ayer se leía en algún comentario y pie de foto, como se "ejecutaba" a uno de los policías asesinados. No se puede caer en los mismos errores que se cometieron en la lucha contra ETA, empezando por estas licencias literarias, metáforas, o como se les quiera llamar, ayer no se ejecutó a nadie en París, se cometieron diversos asesinatos.
Por ser crímenes de finalidad política, los asesinatos terroristas tienen una cualidad especial: nos hacen a todos víctimas, hoy todos somos un poco humoristas, todos un poco polícias...
Digo política porque la diferencia entre el terrorismo y otros tipos de delincuencia es precísamente su intención de presionar políticamente, y no me refiero al sentido débil de la política, que también, no sólo se trata de cambiar los programas de los partidos, sino de cambiar nuestra posición, la de los ciudadanos, como agentes nucleares de la política en democracia, en favor de una determinada postura, mediante el terror.
En este caso el atentado se ha dirigido contra la prensa, cubriendo de esta manera un objetivo simbólico, y uno práctico, relacionados entre sí. En cuanto al simbolismo está claro: se debe terminar la libertad de expresión, sólo se puede decir lo que ellos permitan. El objetivo práctico es ir a los distribuidores de opinión, que funcionan, aunque sólo hasta cierto punto, como fuente de donde manan los tópicos que todos acabamos manejando y meterles miedo, de manera que cada vez que se escriba (o dibuje) sobre temas relacionados con el islamismo o la religión musulmana, se lo piensen dos veces, maticen, cedan...
Desde mi punto de visa los medios de comunicación han tratado bien este atentado, sobre todo aquellos que han decidido publicar las viñetas consideradas blasfemas. El camino para luchar contra el terrorismo debe pasar, sin duda, por no ceder ni un paso en nuestros derechos y plantarles cara allí donde se presente oportunidad, sin dejar resquicios para que entre el miedo, sin plantearnos siquiera la opción de obececer a quienes nos amenazan.
Hablando de resquicios, ayer se leía en algún comentario y pie de foto, como se "ejecutaba" a uno de los policías asesinados. No se puede caer en los mismos errores que se cometieron en la lucha contra ETA, empezando por estas licencias literarias, metáforas, o como se les quiera llamar, ayer no se ejecutó a nadie en París, se cometieron diversos asesinatos.
Por ser crímenes de finalidad política, los asesinatos terroristas tienen una cualidad especial: nos hacen a todos víctimas, hoy todos somos un poco humoristas, todos un poco polícias...
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