Otra película de superhéroes... poco importa que hayan cogido prestado el nombre de Drácula, y el de Mina, porque aparte de esta deuda, nada más tiene en común con la novela de Stoker o su protagonista.
El guión está lleno de lagunas, y en concreto el manejo de los tiempos es ridículo en casi todo el metraje, debido a la absurda obligación que ellos mismos se han impuesto de hacer que el grueso de la acción transcurra en tres días. De la misma manera, sorprende como los poderes del protagonista crecen y decrecen según conveniencia de la escena en marcha, sin un mínimo de coherencia.
Es un producto más de estos que se están haciendo tan habituales, en los que el impacto visual y cierto expresionismo en la presentación de los personajes intentan, más que contar una historia, mantener la suficiente tensión en el espectador, tensión que no depende ya de cercanía a los personajes, ni interés por lo que se está viendo, sino de pulsar a cada momento la sensibilidad del espectador con toda la artillería disponible de música, efectos especiales, etc., como si pusieran cien anuncios estilo Coca-Cola uno detrás de otro.
Un pasatiempo como cualquier otro para chuparle la sangre a la tarde.
Como comentarios al margen que ya no tiene que ver con la película, primero decir que alegra mucho disfrutar un año más de la fiesta del cine, que llena completamente la sala. Lo segundo, ayer fui a una sala Yelmo, que tiene instalado un dispositivo para que las butacas vibren en los momentos de tensión: ¡Quiten eso, por favor!
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