Parece que a Shakespeare no le gusta mucho el rey Henry IV de
Inglaterra.
Pese a que su vida fue muy emocionante, llegando a conquistar
Inglaterra para derrocar a su predecesor, el último Plantagenet, iniciando así
el reinado de los Lannister, digo, Lancaster.
Pese a la vida de altibajos y aventuras de Enrique IV, quien
realmente interesa al autor es su hijo, que será Enrique V, protagonista de su
propia obra, pero también de estas dos dedicadas a su padre. El supuesto
protagonista, el padre, ya está mayor, y lo que se nos cuenta son las fiestas y
batallas del hijo, que lleva una vida más o menos disoluta, aunque se nos
explica con mucho pudor, pero en cuanto su padre le llama la atención toma las
armas y demuestra su prudencia y capacidad.
También aprovecha el autor para sacar partido a Falstaff,
caballero y capitán, pero borrachuzo y cobarde, quien intenta aprovecharse de la amistad del joven príncipe, y de todos aquellos que le rodean, sin por ello
estar carente de cierta sabiduría popular, como tanto le gusta a Shakespeare en los personajes cómicos que introduce en los dramas y tragédias.
Falstaff urde todo tipo de planes, pero finalmente le saldrán mal,
porque ya no tiene cabida en la nueva vida del príncipe, finalmente Rey.
Como suele pasar en estos casos, es también el personaje más
agradecido de cara a los actores que lo interpretan, en este caso Bruce
Purchase, el personaje de Enrique V es David Gwillim, como lo hará también en
la obra de su nombre dentro de esta misma colección (en la película de Kenneth
Brannag sobre Enrique V lo fundamental de Enrique IV aparece como diversos
Flash Backs, como recuerdos del Rey).
Es, tanto como la vida de los reyes, una recreación histórica, en
la que se nos cuenta la construcción de Inglaterra y Gran Bretaña en el siglo
XIV, cuando en toda Europa los reyes eran los señores más poderosos, pero
siempre con el riesgo de una revuelta de sus nobles, o un ataque de los
vecinos. Porque en realidad la monarquía absoluta no es medieval, sino moderna.
La obra, sumando las dos partes, dura 5 horas, el único sentido
plausible de que sean dos partes es hacerla más ligera para el espectador,
porque en la narración no hay cortes que lo expliquen (salvo que se quiera usar
como tal el interludio entre dos rebeliones).
Shakespeare hizo un esfuerzo por contar la historia de su país a
sus contemporáneos, desde Cimbelino a la vida de Enrique VIII, o de estos de
los que hablamos hoy. Pero no es una narración científica, historiográfica, sino
ideológica y enfocada a la construcción nacional y al ensalzamiento de los Tudor. Sin embargo, curiosamente, no
hizo ninguna obra dedicada a Ricardo Corazón de León, que tanto peso tiene en
el imaginario nacional de la pérfida Albión.
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