viernes, 8 de enero de 2016

Enrique IV - 1979 - BBC Shakespeare Collection

Parece que a Shakespeare no le gusta mucho el rey Henry IV de Inglaterra.

Pese a que su vida fue muy emocionante, llegando a conquistar Inglaterra para derrocar a su predecesor, el último Plantagenet, iniciando así el reinado de los Lannister, digo, Lancaster.

Pese a la vida de altibajos y aventuras de Enrique IV, quien realmente interesa al autor es su hijo, que será Enrique V, protagonista de su propia obra, pero también de estas dos dedicadas a su padre. El supuesto protagonista, el padre, ya está mayor, y lo que se nos cuenta son las fiestas y batallas del hijo, que lleva una vida más o menos disoluta, aunque se nos explica con mucho pudor, pero en cuanto su padre le llama la atención toma las armas y demuestra su prudencia y capacidad.

También aprovecha el autor para sacar partido a Falstaff, caballero y capitán, pero borrachuzo y cobarde, quien intenta aprovecharse de la amistad del joven príncipe, y de todos aquellos que le rodean, sin por ello estar carente de cierta sabiduría popular, como tanto le gusta a Shakespeare en los personajes cómicos que introduce en los dramas y tragédias.

Falstaff urde todo tipo de planes, pero finalmente le saldrán mal, porque ya no tiene cabida en la nueva vida del príncipe, finalmente Rey.

Como suele pasar en estos casos, es también el personaje más agradecido de cara a los actores que lo interpretan, en este caso Bruce Purchase, el personaje de Enrique V es David Gwillim, como lo hará también en la obra de su nombre dentro de esta misma colección (en la película de Kenneth Brannag sobre Enrique V lo fundamental de Enrique IV aparece como diversos Flash Backs, como recuerdos del Rey).

Es, tanto como la vida de los reyes, una recreación histórica, en la que se nos cuenta la construcción de Inglaterra y Gran Bretaña en el siglo XIV, cuando en toda Europa los reyes eran los señores más poderosos, pero siempre con el riesgo de una revuelta de sus nobles, o un ataque de los vecinos. Porque en realidad la monarquía absoluta no es medieval, sino moderna.

La obra, sumando las dos partes, dura 5 horas, el único sentido plausible de que sean dos partes es hacerla más ligera para el espectador, porque en la narración no hay cortes que lo expliquen (salvo que se quiera usar como tal el interludio entre dos rebeliones).

Shakespeare hizo un esfuerzo por contar la historia de su país a sus contemporáneos, desde Cimbelino a la vida de Enrique VIII, o de estos de los que hablamos hoy. Pero no es una narración científica, historiográfica, sino ideológica y enfocada a la construcción nacional y al ensalzamiento de los Tudor. Sin embargo, curiosamente, no hizo ninguna obra dedicada a Ricardo Corazón de León, que tanto peso tiene en el imaginario nacional de la pérfida Albión.

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