Reconozco que compré el libro esperándome algún tipo de tratado de estética, o de ensayo dedicado a la crítica del arte moderno, pero la obra rebasa de inmediato estos límites y se convierte en un repaso, no exhaustivo pero sí de un valioso contenido divulgativo, a diversos contenidos del materialismo filosófico. En este sentido diría que es un libro importante, no sólo por el alcance de los temas tratados, sino por la habilidad de la autora, que consigue acabar un libro de lectura relativamente fácil y amena, al menos para quienes estamos razonablemente familiarizados con el vocabulario. Desde la perspectiva contraria, si alguien va a aprovechar la publicación de las obras completas de Gustavo Bueno para aproximarse a su obra, le recomendaría la lectura previa de este libro, como visión general del sistema, o quizás como primera aproximación al mismo.
Intentando una disección un tanto grosera del libro, diría que la primera parte del libro se dedica a la última época de de Gustavo Bueno, cuando se concentró especialmente en la Filosofía Política y a la Filosofía de la Historia, desde España Frente a Europa en adelante, por decirlo así, y en la segunda da un repaso sucinto a la ontología materialista. En general la autora viaja bien armada de las herramientas que este sistema filosófico proporciona, de manera que cuando lo necesita recurre con soltura a los Conceptos Conjugados o a la Teoría del Cierre Categorial.
Como pasa a veces al hablar de la obra de Bueno, uno se ve condenado o bien a hablar sólo para iniciados, a intentar explicarlo todo desde el principio, a remitir al filósofo, o a darlo por sabido y que sea lo que Dios quiera, cada una de estas opciones tiene sus propias ventajas e inconvenientes. Me limitaré a decir que en el libro se trasluce esta dificultad para determinar hasta donde se puede llegar con el lenguaje técnico y al tiempo atraer (para convencer) a suficiente público, pero también se comprueba como Paloma Hernández encuentra un equilibrio agradable y espero que útil entre todas estas opciones, a veces explicando, otras citando, otras aplicando el lenguaje técnico como sin darse cuenta de que lo es, etc.
No es que el libro no trate de arte, es cierto que primero efectúa desde sus coordenadas la crítica de la visión marxista-leninista de arte y después del arte conceptual, y no se debe restar interés a estos contenidos. Tanto la visión utilitaria del arte desde el punto de vista comunista, como la visión subjetiva del arte conceptual se ponen en contraposición con la ontología materialista para concluir que la obra de arte es un fenómeno en sí misma, que trasciende la utilidad que el autor o su tiempo le puedan dar (o que al menos puede trascenderla, lo cual sería suficiente para negar la premisa "utilitarista"), y por lo mismo está dotada de una objetividad que no permite reducirla a la interioridad mental o espiritual del artista, a sus ideas, o en general a ningún onanismo caprichoso del artista o crítico de turno.
Queda una tercera parte que es la preocupación y defensa de España. Aquí la autora toma también con fuerza el magisterio de Gustavo Bueno en la defensa de la Nación Española y de la Plataforma Hispánica, en contra de todos aquellos enemigos españoles y extranjeros, que se esfuerzan tanto por demostrar que no existen, como por acabar con ellas, contradicción que se asume de manera no problemática dentro del alucinado idealismo de la política y la comunicación de nuestros días, como dijo en su día Iglesias el menor: cabalgamos contradicciones (sin acabar de caerse de la burra, añadiría yo).
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