Nos presentan esta película con un halo de clásico instantáneo incorporado, candidata a los Globos de Oro y favorita para los Oscar, todo a la vez.
Lo cierto es que no está mal. Puede encuadrarse dentro de este género de siluetas poco nítidas que forman las películas que tratan de películas, o de teatro, y que a menudo dan buenos resultados.
En este caso un viejo actor, una gran estrella que triunfó años atrás representando el papel de un superhéroe, Birdman, en el cine más comercial, intenta redimirse montando y protagonizando una obra de teatro "clásica".
Parece que el eje de la película está en parte en las opiniones que los personajes van dando sobre el mundo del espectáculo y unos sobre otros y sus respectivos papeles dentro de la profesión. Nada muy original, pero expresado con convicción y talento por los actores y actrices protagonistas.
Al salir del cine notaba cierto resabor agridulce en la punta de los ojos y no tenía muy claro el motivo, y ha sido leyendo otras críticas donde he encontrado la clave: la película está partida en dos. La presentación de los personajes y de la historia tiene fuerza, con un tono de realismo mágico que lo hace muy agradable, pero según se van desarrollando llega un punto en el que quizás se tiene poco claro si se quiere salvar o condenar al protagonista, y de paso a quienes le acompañan, o quizás ni una cosa ni otra.
El gran hallazgo es, probablemente, la elección de Michael Keaton, que lleva sobre sus hombros la mayor parte de la tensión. Hay que tener presente que la cumbre de su carrera fue protagonizar dos entregas de Batman, las de Tim Burton, que le llevaron inmediatamente a la fama, marcando el máximo de su carrera en cuanto a fama. Hizo alguna película comercial más y poco menos que desapareció. Ahora lo encontramos a la puerta de la ancianidad, bien cuidado físicamente y capaz de sacar adelante un papel bastante complicado.
El resto del reparto también funciona bastante bien, aunque me hubiera gustado verlos un poco menos intensos.
En resumen: ni tanto ni tan calvo. La película merece la pena, funciona como historia y como crítica a cierta pedantería, sin llegar a ser del todo redonda, dejando por el camino carencias de importancia.
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