Una característica de este Hipias es que no capta muy bien la ironía, lo cual por una parte parece favorecer los intereses de Sócrates, que no deja de alabarle con grandilocuencia, y de ponerle al borde del ridículo, pero por otra parte también hace que en algún momento los dos personajes parezcan estar teniendo dos conversaciones diferentes.
Sócrates empieza disparando al corazón: ¿Por qué los sabios de la antigüedad ni cobraban ni se mezclaban en asuntos públicos?, la respuesta que Sócrates propone y sorprendentemente Hipias acepta es: porque los sabios de antes eran como niños comparados con los de ahora, ¡Tanto ha aumentado nuestro conocimiento!. Por cierto, añado yo, aunque Hipias trata con respeto a Sócrates, también muestra poco interés, como si un cantante del metro se pusiera a dar lecciones a una estrella del rock, y ésta asintiera con la cabeza esperando a que el otro se callara. Algo de esto hay.
Sócrates, para suavizar la dureza de sus argumentaciones, y quizás para abusar menos de la paciencia de su interlocutor, se inventa un personaje que supuestamente le aborda continuamente con preguntas que él no sabe responder (más tarde descubrirá que es él mismo, naturalmente). Hipias presume de haber dado un gran discurso sobre las ocupaciones más bellas para los jóvenes, pero "aquel hombre" le preguntó hace tiempo a Sócrates qué es lo bello, y él no supo cómo responder. Quiere aprovechar la presencia de tan gran maestro para que se lo explique. El sofista se siente muy capaz de explicar eso y mucho más, sin embargo, en lugar de una respuesta más o menos elaborada se dedica a dar rodeos, para acabar con una respuesta práctica que al filósofo buscador de ideales no le sirve: ...lo bello es una joven hermosa. Para defender a Hipias hay que decir que parece estar intentando educar a Sócrates para ser un buen sofista, y a lo mejor por eso su defensa de esta respuesta, como de su modo de pensar en general, es que habla de manera que todo el mundo tendrá que mostrarse de acuerdo. Sin embargo, Sócrates, no ve nada valioso en esta descripción meramente operativa, no quiere hablar de cosas bellas: la chica, el oro, el marfil, las piedras preciosas, una marmita... es el camino que va siguiendo la conversación, pero ninguna de estas cosas bellas es lo bello, mientras tanto, eso sí, nos ha regalado Platón una somera descripción de la estatua que Fidias realizó representando a la diosa Atenea. La conclusión a esta parte del relato es que lo bello no es ninguna de estas cosas, sino lo que tienen en común: ser lo conveniente, lo apropiado a cada caso. Curiosamente esta conclusión no es refutada: la cuchara de higuera es más bella que la de oro, sin embargo en lugar de dar por acabada la conversación, satisfechos de concluir que lo más apropiado es lo más bello, Hipias lo que hace es rendirse y abstraerse un poco.
Sigue Sócrates, y plantea que a lo mejor lo bello es lo útil, algo que también parece encajar bien en su esquema general de pensamiento, previa descripción de lo útil como lo bueno. Pero en lugar de seguir sus propias argumentaciones, desecha lo útil, porque el poder es útil, y sin embargo se puede usar para el mal. Esto puede parecer contradictorio, porque Sócrates considera por otra parte que sólo lo bueno es útil, y lo malo es siempre inútil, por eso necesita meter por medio el poder, que sustituye a la utilidad y le permite llevar hasta el final este nuevo sofisma.
Da un pequeño rodeo, que más tarde volverá a tener importancia, para especificar si acaso útil es lo bello cuando va encaminado a un buen fin, pero entonces, concluye, como la causa no es el efecto, y el padre no es el hijo, lo bello no puede ser bueno, y se queda tan ancho, es tanto como decir que a una causa buena no puede seguir un efecto bueno. Sin embargo necesitará esta argumentación al final del diálogo, para fingir que han caído en un círculo vicioso, y que por tanto la pregunta sobre lo bello sigue sin responder.
¿Será lo bueno lo que produce placer? Esta es también una idea que Platón ya ha defendido en otros diálogos, con las justificaciones necesarias, pero en este caso no le convence mucho. El motivo es que hay muchos tipos de placeres, y sólo se consideran bellos los que provienen de la vista y el oído, el placer de comer, o el del sexo no son bellos. Así que, matizará, es posible que estos placeres sean bellos porque son los menos perjudiciales, por lo tanto los más útiles o ventajosos, pero eso ya ha sido refutado anteriormente, así que no nos vale.
Creo que el bueno de Hipias había desconectado tiempo atrás, y ya sólo quiere que Sócrates llegue a su conclusión, que a él no le interesa lo más mínimo, y que por favor se calle y siga cada uno su camino. En otros diálogos los "rivales" de Sócrates huyen porque han quedado mal frente a él, pero en este caso Hipias quiere huir simplemente porque le parece que está perdiendo el tiempo. Todavía se atreve a echarle la bronca al filósofo, diciéndole que deje de discutir por el gusto de discutir y de buscarle a todo sutilezas, que tiene que dedicarse a dar discursos en la asamblea y en los tribunales, porque eso es lo que corresponde a un adulto y lo que le será útil.
Sin embargo, por mucha razón que tenga Hipias, por una parte no ha sabido defender su postura de una forma coherente, y por otra Sócrates no puede dejar de ser como es. Continuará su diálogo interior en busca de la verdad y la naturaleza de las cosas, porque sin esta misión no le merecería la pena seguir viviendo.
Esta podría ser para mí la gran lección de este diálogo, por encima de sofistas y sofismas: Sócrates no ha elegido ser Sócrates, simplemente no le quedaba otro remedio.