Empieza el general Nicias, que es un general famoso, que forma parte de las "Vidas" de Plutarco, haciendo pareja con Craso (el del triunvirato). Ambos son ejemplo de hombres muy ricos que fracasaron como militares. El hecho de que uno de los personajes del diálogo, y quizás el más sensato después de Sócrates, sea este general, con fama de supersticioso y obsesionado con la adivinación, quien pereció intentando sin éxito conquistar Siracusa, parece que barniza un poco de ironía todo el diálogo sobre el valor, en el que además también se mencionan los adivinos, aunque esto es habitual en la obra del filósofo, dado que eran personajes muy importantes en la Atenas de su tiempo.
Durante todo el diálogo los dos generales se lanzan muchas pullas, sobre quien ha contestado mejor o peor, quien le da más o menos importancia a llevarse la razón, con lo cual, en paralelo a la investigación, tenemos una guerra entre los dos generales presentes.
Empieza Nicias alabando la educación militar. Argumenta que mediante la práctica de la esgrima y la equitación los chicos no se dedicarán a holgazanear, fortalecerán su cuerpo; y además adquirirán cierta presencia que les distinguirá del resto, un prestancia marcial. También, por supuesto, obtendrán habilidades que les serán útiles cuando tengan que entrar en batalla, más aún, desarrollarán una curiosidad por conocimientos superiores como la estrategia. Laques no comparte esta argumentación, porque considera que los profesores de esgrima son muy poco respetados fuera de Atenas, y que nunca ejercen en Lacedemonia, polis guerrera por excelencia. Incluso cuenta una anécdota para ilustrar lo ridículo que puede resultar un profesor de esgrima en la batalla (como por cierto, también haría en su día Quevedo en su Buscón).
Ante este empate de opiniones a favor y en contra, Sócrates tiene que juzgar, pero se sale del tema de la esgrima, entendiendo que la cuestión recae sobre el alma de los jóvenes. Ante todo se trata de alcanzar la virtud, y para ello hay que saber lo que es. Como la virtud puede ser un tema demasiado extenso, se limitarán de momento a averiguar qué es el valor. Como es habitual, lo que más preocupa al filósofo es hacer que todos se dan cuenta de que hablan de ello como si supieran de qué se trata, pero en realidad no es así; lo primero es desestimar las ideas mundanas, comprobar que no se corresponden con lo que el valor no consiste en permanecer firme en la batalla, es algo más general, relacionado con resistir las pasiones.
No es valiente quien "lo tiene todo controlado", como quien se sabe hábil para vencer una pelea, ni tampoco quien no teme por ignorancia, quien no ve el peligro, el temerario. ¿Cuál es la facultad que no cambia en los actos de valor? Paciencia y constancia unida a la razón.
Queda un último obstáculo, parece que el valor siempre se refiere a un mal inminente, por lo tanto a algo futuro, pero si es ciencia esto no puede ser, porque la ciencia hace referencia tanto al pasado, como al presente como al futuro. Entonces, para que el valor sea ciencia, tiene que saber del bien y el mal en lo que ha sucedido, lo que sucede y lo que sucederá.
Al llegar aquí se comprueba que es un callejón sin salida, porque esa ciencia del bien y del mal es la virtud en sí misma, no sólo el valor, para el cual no han conseguido una definición válida. Por lo tanto el dictamen de Sócrates es que todos, primero los mayores y luego los jóvenes, deben buscar un maestro que les enseñe lo que es el valor. No importa que ya sean adultos, incluso viejos, porque Solón dijo que había que aprender siempre, y no deben sentir vergüenza, porque, como escribió Homero: "El pudor no sienta bien al indigente".
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