Nueva versión del clásico del oeste, que a su vez versiona el clásico de Kurosawa. Curiosamente en este caso los malvados que amenazan al pueblucho no son forajidos, sino un poderoso industrial que desea hacerse con la propiedad de un enclave minero, es lo que piden los tiempos.
En todo caso, los también poderosos industriales de Holliwood han hecho una película libre de toda
pretensión que no sea comercial. Se ha dibujado un papel protagonista a mayor honra de Denzel Washington, alrededor del cual se ha construido una historia inverosímil, que pretende rodearse de leyenda por haber escogido un título vintage.
Para evitar que se convirtiera en una peli para maduros nostálgicos, han incluido otra pareja protagonista más joven y atractiva, Chris Pratt y Haley Bennett, que llevan buena parte del peso de la película, sin mucho lucimiento, y que, sobre todo el personaje femenino, parece estar en una continua sesión fotográfica, en una especie de pase de modelos country.
La caracterización en general me recordaba la de viejas series de televisión, quizás de los 80 ó 90, como La Cámara de Comercio de Wildside, o la más larga y exitosa de los Jinetes del Pony Express (no recuerdo exactamente el título). No hay nada de auténtico en esta película, excepto la voluntad de hacer caja, pero tampoco es que uno se pueda quejar si va a un burguer y le ponen una hamburguesa, claro. No se promete más de lo que se da: un rato de entretenimiento estilo western, con algunos actores famosos y poco contenido.
Le ocurre un poco como a otras películas comerciales: parece un refrito de situaciones y personajes sacados de otras historias, que funcionan como ingredientes en la receta del éxito de taquilla: se ponen unas caras conocidas, con unos gramos de chistes no muy graciosos, una pizca de crisis existencial, un ramillete de corrección política, se riegan con bastantes tiros y se sirve a la hora de la siesta (o un poco más tarde, después de unas cervezas).
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