
Ocupan diez horas de DVD, con lo que se podría hacer una temporada de un Juego de Tronos histórico, más valioso, probablemente, que la versión imaginaria que nos vende la televisión, y no nos perdemos (yo tampoco). Cada una de las obras dura unas tres horas y media, en formato de teatro grabado, con lo cual, si se tiene algo de paciencia, los personajes se van enriqueciendo a los ojos del espectador, con el paso del tiempo y las circunstancias.
En estos tempranísimos Episodios Nacionales, el bardo inmortal nos va contando las aventuras y desventuras del país, desde un punto de vista finalmente patriota. Enrique V, el héroe-rey, acaba con las disensiones internas y extiende a Francia el poder inglés, pero durante el reinado de su hijo, el sacerdote-rey, se pierden las posesiones continentales, y la guerra civil vuelve, alcanzando mayores cotas de terror. Los distintos señores se alinean en la guerra de las rosas, pero mientras se pelean entre ellos sus dirigentes tienen puesta la vista en el trono, como premio para el vencedor.

Extraña como la Edad Media real, llena de crímenes, héroes, villanos, traiciones y lealtades ¡tan actual! se ve sustituida en nuestra ficción por imitaciones, ya sea Olvidado Rey Gudú, Juego de Tronos o El Señor de los Anillos, parece que, como a niños, ya nos nos interesa la complejidad de la historia o la política, y preferimos que nos las sirvan como una papilla semidigerida, simplificada y edulcorada con magos y dragones.

En esta obra es interesante el papel de las mujeres, dado que tanto Juana de Arco como la reina Margarita dirigen sus ejércitos, dejando de lado al delfín y al propio Enrique, hombres que no saben o no quieren defender sus intereses, ni los del estado.
Desde mi punto de vista siempre merecen la pena estas obras, con tiempo por delante, en ellas hay mucho del ser humano actual ¡Tan medieval! Y más aún, probablemente, del corazón inglés, en lo mejor y en lo más terrible.
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