lunes, 11 de marzo de 2019

Churchill - 2017 - Jonathan Teplitzky

Como ya he escrito hablando de otras películas, no me gustan estos "biopics" en las que presentan personajes políticos en plena decadencia, hacia el final de su vida, como si su principal defecto o característica hubiera sido hacerse mayores, llegar a viejos (personajes como Hoover, Thatcher, Franco). Supongo que puede tener un cierto sentido mostrar débil y pequeña a gente que ha sido tan fuerte y dominante, pero, por lo general, estas personas no fueron conocidas por haber envejecido y muerto, que son circunstancias bastante vulgares, sino por lo que hicieron en la plenitud de sus fuerzas.

Esta película es algo más de lo mismo, pero también algo distinto, ya que el anciano Primer Ministro que nos muestran todavía está en el poder, yo diría que tradicionalmente se considera esa época, precísamente, como el momento de su máxima importancia como dirigente, cuando los aliados desembarcan en Normandía, iniciando el final de la segunda Gerra Mundial.


Pese a esta creencia popular, un gabinete militar, apoyado por el Rey y las potencias aliadas, da un silencioso golpe de estado, desplazando del poder al dirigente democrático, en un momento clave, para hacer prevalecer sus estrategias de solución rápida, sobre las del político, que consisten en ir ganando la guerra poco a poco, por temor a las bajas que pudiera causar el desembarco.

Para justificar el golpe de estado, la película nos hace ver que Churchill lo merece; está ya muy mayor, delira, tiene en demasiada estima su propia capacidad, y, parecen decirnos, el gobernante democrático se cree que su trabajo es gobernar la nación, en lugar de fingir que lo lidera.


Finalmente todo acaba bien: el golpe de estado se justifica  por el triunfo del desembarco, el Primer Ministro se conforma con su papel de portavoz de ideas que en su fuero interno rechaza, y todos viven felices y comen perdices. Sólo más allá del político, al hombre le queda el remordimiento por lo que se pudo hacer mejor, pero ya no importa, nos dicen, porque es un anciano alcohólico y depresivo, viejo y cansado, con los nervios deshechos... ya sólo le queda esperar a la muerte de la manera más digna posible.


Así, la emocionante vida de Winston Churchill, se nos quita de delante de un plumazo. No es que se desmitifique su papel en aquella época tan turbulenta, sino que pasa a ser un nuevo Jorge VI de "El Discurso del Rey", un animador, sólo que además, lo hace a regañadientes, en contra de sus ideas y del sistema democrático del que forma parte, que dirige.

Todo esto parece un poco reñido con la realidad, porque Churchill gana de nuevo las elecciones en 1951, y no deja de ser primer ministro hasta más de 10 años después del desembarco, pero eso no tiene mucha importancia, son pequeños detalles.

Es posible, simplificando, que la diferencia entre la realidad y esta ficción, es la misma que la que hay entre las fotos del personaje real y del actor caracterizado. No sé si la historia transcurrió como se cuenta, pero creo y espero que no.

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