Julio César es uno de los personajes históricos más recordados, o, dado que andamos flojos de memoria, uno de los que más huella ha dejado en la historia de Europa.
Desde una posición familiar mediocre, aunque patricio, a base de trampas y muchos talentos, consigue llegar a ser dictador en Roma, con poder casi absoluto, su gran sueño (no era muy humilde), poniendo las bases para una monarquía que por fin llevó la paz al imperio, tras más de un siglo de guerras civiles.
Por este motivo, y quizá por el interés de su heredero, hijo adoptivo, y primer emperador, Augusto, su leyenda comenzó con su cadaver todavía caliente. Ya Plutarco le pone en primer lugar de los romanos, comparándole con Alejandro Magno en sus Vidas Paralelas, y Shakespeare, lector de estas Vidas, escribe también esta tragedia para contar sus últimos días.
Veinte siglos después de su muerte, todavía existían dos césares en Europa, el kaiser y el zar, que utilizaban su nombre como símbolo de su poder, por encima de los reyes, aunque fuera el nombre de quien no llegó a reinar.
La tragedia comienza precísamente el día que César y Antonio hacen su pequeño teatrillo, en el que éste ofrece la corona a aquél, quien gentilmente la rechaza. Esta escena era un globo sonda, para comprobar si los romanos estaban dispuestos a admitir a César como rey, y él se enfada con la respuesta del pueblo, mientras sus enemigos, viendo su ambición, empiezan a planear el asesinato, en defensa de la república, por ese motivo les gustaba llamarse los libertadores.
Para dar lustre al crimen, era imprescindible la participación de Marco Bruto, hombre de gran reputación y amigo de César, que finalmente se une a la conjura por fidelidad a sus ancestros, quienes supuestamente también derrocaron a los reyes romanos, siglos atrás. Se encargará de convencerle Casio, el principal inspirador del crimen.
Esta pareja, Bruto y Casio, son para Dante, en su rencorosa Divina Comedia, el arquetipo de los traidores, culpables de la mayor traición de la historia, y por ese motivo se encuentran en el centro del infierno, sufriendo el peor de los castigos. Sin embargo, para Shakespeare no son malvados en absoluto, quizás Bruto es en el fondo el héroe de esta historia, aunque sea un héroe mártir, y de hecho la tragedia acaba con su muerte. El autor utiliza a Bruto y Casio para establecer un superficial diálogo entre estoicismo (Bruto) y epicureísmo (Casio), en el que en cierta manera prevalece el primero, dado que ha dado lugar a un hombre como Bruto, que incluso cita a Epícteto, años antes de Epícteto: piensa que tu mujer y tu hijo son humanos, para soportar su muerte (más o menos).
En el bando contrario ¿Quienes son los amigos de César? Desalmados, no precísamente heroicos; Marco Antonio es un hombre hábil para la guerra y para manejar la multitud, pero cuyo rencor por la muerte de su amigo pronto se diluye en las ánsias de poder, Augusto es un joven ambicioso, dispuesto a todo por ser el nuevo César.
Así vuelve Roma a las proscripciones, que César nunca había publicado, y en una terrible negociación de los triunvirus, se redacta una lista de condenados, a quienes puede matar cualquiera que se les encuentre sin juicio previo, en la que caben tanto parientes como el propio Cicerón. Esto va completamente en contra de la forma de actuar que César tuvo en vida, porque prefería pasar a la prosperidad como un gran admirador y salvador de grandes hombres, no como su verdugo (bien es cierto que los enemigos de César acababan muriendo, de su propia mano o de la ajena, como Pompeyo o Catón, porque la vida no se valoraba de la misma manera que en nuestros tiempos).
Los conspiradores se levantan contra los otros conspiradores, Bruto y Casi mueren dignamente a sus propias manos (más o menos), y la paz llega temporalmente a Roma, a manos del triunvirato.
Shakespeare nos contará también, como ya se habló tiempo atrás en el Blog, el siguiente capítulo de esta historia, en el que Augusto obtendrá finalmente el poder absoluto, en buena medida para bien del Imperio, en Antonio y Cleopatra.
Los personajes cambian según el contexto, y parece que al autor le son simpáticos sobre todo cuando pierden o mueren, quizás por eso Marco Antonio amante de Cleopatra es más simpático que Marco Antonio vengador de César.
Entre la fingida coronación de César y la muerte de los libertadores transcurre esta historia, que es sobre todo dialogada, siendo más psicológica y política que épica, aunque se cuente la lucha entre los amigos de César y sus asesinos.
Por aprender alguna lección de la obra aplicable al día de hoy, intentemos no ser ese ciudadano que toma partido sin más por el último que habla.
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