miércoles, 26 de octubre de 2016

Cuando el Destino nos Alcance (Soylent Green) - 1973 - Richard Fleischer

El título en inglés de la película, Soylent Green, va llenándose de significado mientras avanza la película, por su parte la versión española Cuando el destino nos alcance, significa todo y nada, es una vaga amenaza, que tampoco aporta mucho, pero que hoy nos puede resultar significativo, dado que los hechos contados en la película se supone que ocurren en el año 2022, así que el destino está a punto de alcanzarnos.

La historia se podría considerar incluida en el subgénero de las distopías, en el que se nos presentan distintos futuros posibles, y en todos ellos la humanidad suele estar sumida en la pobreza económica y la sumisión política probablemente para siempre.

En el caso que nos ocupa el origen de la pobreza es el calentamiento global provocado por el efecto invernadero, lo cual no nos parecerá muy original, pero es que la película es del año 1973, así que puede servir de ejemplo para quienes creen que se trata de un invento de última hora creado por la ONU con algún oscuro designio. Lo curioso es que dicho problema haya quedado oculto durante tanto tiempo, quizás por el agujero en la capa de ozono y la guerra fría.

En la película las clases sociales se han polarizado y sólo existen los ricos y los pobres, aunque los ricos tampoco tienen alimento a voluntad, ni grandes yates (que sepamos), sí tienen agua caliente, jabón, más comida que los pobres, y, en definitiva, la mejor porción en la tarta de la necesidad, además de las comodidades actuales de la clase media actual. Como además es una sociedad eminentemente machista, los hombres con posibles tienen a su disposición chicas jóvenes que les acompañan y sirven a jornada completa, las llamadas furniture, mobiliario. Las chicas mobiliario consiguen vivir en la casa de su amo y disfrutar de las ventajas de su nivel de vida a cambio de sus servicios.

A las consecuencias del calentamiento global, principalmente la falta de alimento, hay que sumarle la superpoblación, que no se sabe si es un residuo de épocas mejores, o si se mantiene en tan alto número por los desvelos de la administración, que proporciona a los habitantes, en su mayor parte parados, alimentos concentrados, principalmente a base de soja y plancton, que constituyen los Soylent de varios colores, el más nutritivo es el Soylent Green, cuyo suministro nunca llega a toda la población.

En estas circunstancias el policía que protagoniza la historia se mueve en una enorme zona amoral, en la que no ser un completo rufián te convierte en un héroe. El trabajo es fundamental, al menos para diferenciarse de una mayoría de la población que es apenas una masa de carne doliente. Además el agente de policía dispone de una enorme autoridad individual, que parece provenir de la amenaza física inmediata, que le permite moverse por todos los ambientes haciendo poco menos que lo que le viene en gana y mangoneando a todo hijo de vecino (con los únicos compromisos de acudir a su trabajo y mantener satisfecho a su capitán).

En definitiva el mundo es un infierno donde el fuego es la humanidad omnipresente, doliente, peligrosa.
Por suerte, los gobernantes parecen haber encontrado una solución que mitigue los dos problemas fundamentales, a saber, la superpoblación y la falta de alimentos.

Hoy por hoy la película es muy actual en lo que respecta al calentamiento global y la superpoblación, aunque menos actual en la estética y en cierta ingenuidad que la recorre, sobrevolando el cinismo que se pretende mostrar.

Como otra de las películas de ciencia ficción protagonizada por Charlton Heston, El Último Hombre... Vivo (The Omega Man), de la que ya hablamos en su día, ésta ha pasado también a la sombra, y el gran público no se acuerda de ella porque no la echan por la tele, sin embargo ambas siguen muy vivas en el imaginario de los aficionados al género.

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