Tercera obra de Shakespeare dedicada a este rey de Inglaterra,
dado que las dos partes de Enrique IV, como se dijo en su momento, están
dedicadas a contar las hazañas de juventud del V, y su transformación de
vividor en solemne gobernante y guerrero.
Tras acabar con las revueltas internas y ser coronado, Henry pone
los ojos en Francia. Como todos los imperios que en el mundo han sido, la culpa
de sus invasiones es, por supuesto, de los invadidos, en este caso de los
franceses. El buen rey inglés lo único que hace es reivindicar sus derechos,
mientras que por su parte el rey francés se obstina en no querer regalar su
reino al adversario, sin contar que los ingleses, además, tienen a Dios de su
lado (esto sólo se demuestra con la victoria, claro).
En la colección de la BBC las dos partes de Enrique IV y ésta son
tratadas como la misma, utilizando los mismos actores para los papeles
principales, etc. En 1989 Kenneth Branagh realizó una versión para el cine, más
dinámica que esta de la BBC, pero en la que se pierden los repetidos
intercambios de heraldos y comunicaciones, tan profusas, que pueden hacerse
largas, pero nos dan idea de cómo se tramaban las guerras y batallas en la Edad
Media inglesa, o cómo creían que se hacía los modernos.
Dentro del esfuerzo Shakesperiano por hacer nación en la Gran
Bretaña, Enrique V es mostrado como un gran unificador, santo y sabio por
encima de los pensamientos y preocupaciones de quienes le rodean, dueño de sí
mismo siempre, pero en manos de Dios. Cercano a nobles y plebeyos si lo
merecen, porque les mira desde tan alto que le deben de parecer igualmente
pequeños.
En definitiva, Enrique se casa con Catalina de Valois y fuerza al
rey de Francia a nombrarle heredero, situación que en la obra se plantea desde
el buen rollo total, dado que todo el mundo asume que un hombre así merece ser
el rey de todo.
Las últimas escenas de la obra son una introducción introductoria
a Enrique VI, que será rey de Inglaterra y Francia.
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